10 diciembre, 2011

El Motivador Interno




Brindavan, 25 de mayo de 1991

EL MOTIVADOR INTERNO
Sri Sathya Sai Baba

¡Oh mente necia! ¿Por dónde vagas en busca de la bendita Visión de Brahmán?
Se halla dentro de tu propio ser; encuéntralo allí.
Ésta es la palabra de Sai revelando la Verdad.
El amor no puede ser cultivado en un campo ni estará a la venta en una tienda.
Sean reyes o comunes, ellos sólo pueden conocer el amor a través de la abnegación.

¡Encarnaciones del Atma Divina! Para cada ser viviente que peregrina en el Karma Kshetra (campo de la acción), la mente, la lengua, los oídos, los ojos, la nariz, las manos, los pies, etcétera, son los Karanamulu (instrumentos) proporcionados para su uso diario. Para alcanzar el éxito en este mundo físico es esencial tener estas tres cosas: Karanamulu (instrumentos), Karanam (causa o propósito) y Karta (agente o hacedor). Quien usa los instrumentos es el Karta o hacedor. El deseo que lo impulsa a actuar es Karanam o la causa. El principal objetivo del hombre debería ser reconocer la unidad que subyace en estos tres factores.

El poder divino invisible en el cuerpo 
En el lenguaje común, decimos que los ojos ven, los oídos oyen y la boca habla. Sin embargo, si esto fuera verdad, ¿por qué después de la muerte del hombre, estos mismos instrumentos no pueden desempeñar sus funciones, aunque se encuentran intactos?

En la terminología corriente, este poder recibe el nombre de Prana (Principio vital). Pero ¿de dónde viene este Prana, a dónde va y por mandato de quién? Éstas son las preguntas que presenta el Kenopanishad, que se ocupó de investigar si esta energía divina, que anima los diversos instrumentos del cuerpo, se halla inherente en el Prana (el Principio vital) o si pertenece a un poder superior al Prana.

En este contexto, consideremos una ilustración. Vemos que la luz de luna ilumina la tierra. La luna brilla debido a la luz del sol reflejada en ella. ¿Pero de dónde obtiene el sol su luz? El poder divino es el que proporciona al sol su fulgor. El hidrógeno y el helio contenidos en el sol se han originado de ese poder divino que los Upanishads designan como el Brahma-tatva (el principio de la Realidad Suprema Absoluta).

Los Upanishads declaran, además, que el mundo brilla debido a la refulgencia de Brahmán y que no hay refulgencia en el universo que pueda iluminar a Brahmán. La luz de Brahmán es la que permite a los ojos ver todas las cosas excepto a Brahmán.

La mente puede funcionar debido a la luz de Brahmán, pero no puede comprender o describir a Brahmán. Por esto los Upanishads proclamaron acerca de Brahmán: “Yato Vacho nivartante aprapya manasa saha”, que significa: “Brahmán está más allá del alcance de la mente y el habla”. Aunque semejante poder divino y único reside en el hombre, él es incapaz de reconocerlo.

¿Por qué? Porque en su vida cotidiana sólo está desarrollando Bahya drishti (visión externa) y no está realizando ningún esfuerzo por cultivar y experimentar Antar-drishti (la Visión Interna).

¿Cómo ha de experimentar uno el poder divino?



  
Es muy posible para el hombre reconocer esta verdad (del principio Bráhmico en él) si recurre a la indagación correcta y adquiere la pureza de mente y de corazón necesarias. Es una pena que cada hombre se considere a sí mismo un ser débil y sin poder, a pesar del enorme poder que se halla latente en él, esperando ser revelado y realizado en toda su gloria. ¿Cómo ha de examinar y experimentar tal poder divino? El Kenopanishad trata estas preguntas y señala que este poder divino es la vida de nuestra vida, la mente de nuestra mente, el ojo de nuestro ojo, el oído de nuestro oído, el habla de nuestra habla, porque es el principio motivador, coordinador e iluminador que subyace en todos los órganos de la personalidad humana. Se puede captar fácilmente esta verdad comprendiendo que así como las luces, la bocina, el motor, las ruedas, etcétera, de un automóvil dependen de la corriente de la batería para sus respectivas funciones como proporcionar luz, sonido y propulsión, todos los órganos del cuerpo son animados o motivados por el divino poder Átmico interior, permitiéndoles así desempeñar sus respectivas funciones.

  
La mente es el Señor de los sentidos
No todas las flores de un árbol se vuelven frutos; del mismo modo, no todos los frutos de un árbol maduran. Sin embargo, todos los frutos maduros inevitablemente caen del árbol. Esto muestra el importante secreto subyacente en la vida humana.

En cuanto el propósito, el tiempo y la tarea para la que un hombre ha nacido finalizan, su cuerpo pierde su poder y vitalidad y muere al abandonarlo la vida. ¿Pero cuál es la base para este Jiva Tatva (Principio Vital)? Es únicamente el Atma Tatva (Principio Átmico). No obstante, el hombre tiende a considerar que sólo son importantes el cuerpo y los sentidos. Está la mente, que es superior a los órganos sensoriales. Los Upanishads se refieren a esta mente como “Indra”, porque la mente es el Señor o el controlador de los sentidos. El Kenopanishad insta al hombre a fundir los sentidos en la mente, y a la mente en el Atma, para poder experimentar el poder divino inherente en el complejo Atma-mente.

Sin embargo, el hombre de hoy, en lugar de fundir los sentidos en la mente, y la mente en el Atma, está dedicando sus sentidos y su mente a búsquedas mundanas, bajo la noción equivocada de que la mente y el Atma están separadas. Hay un poder omnipenetrante que satura el cuerpo, los sentidos, el Antakharana o instrumento interno y el alma individual o espíritu.

Este poder omnipresente se denomina Chit Shakti (Conciencia Integrada Constante o Conciencia Absoluta) o Brahma-Tatva (el principio de la Realidad Suprema Absoluta). Este principio Átmico todopoderoso reside en cada ser humano en una forma sutil.

El hombre no es capaz de reconocer este poder divino porque se preocupa por utilizar sus facultades físicas y mentales para adquirir riquezas y bienes mundanos.

El Atma es siempre “El que ve” y jamás “lo visto” Consideremos ahora a karana (las herramientas) y al Atma desde el punto de vista de drisya (lo visto) y drashta (el que ve).

Todos los objetos vistos por los ojos son “lo visto”. Cuando los ojos están abiertos pero no ven los objetos presentes ante ellos, debido a que la mente está vagando por algún lado, los ojos se vuelven “lo visto” y la mente se vuelve “el que ve”. Cuando el Budhi (intelecto) observa los vagabundeos de la mente, el Budhi se vuelve “el que ve” y la mente, “lo visto”. En el estado de Samadhi, el Atma es “el que ve” y el intelecto, “lo visto”. No hay nada que pueda ver al Atma. Por lo tanto, siempre es “El que ve” y jamás “lo visto”.

Así, notamos que la mente y los sentidos son drisya (lo visto) y por eso se denominan karana (herramientas) que son puestas a trabajar por el drashta (el que ve, es decir, el Atma).

En ausencia del drashta (el Atma), todas las herramientas son inútiles, sin importar lo valiosas que puedan ser. Por ejemplo, una máquina que vale millones de rupias es instalada; pero si no hay corriente para hacerla funcionar, terminará siendo una masa de acero inservible. Del mismo modo, en ausencia del poder Átmico que permite que funcionen a todos los órganos o herramientas, el cuerpo se vuelve una masa inútil de carne y huesos.

Por lo tanto, el deber primordial del hombre es realizar al Atma (el Ser) que imparte valor al cuerpo y a karana (las herramientas) que, de otro modo, no tendrían valor, y también regular las actividades de todas estas herramientas del modo correcto para cumplir con el propósito de la vida humana.

Comprendan el Chinmaya tatva. Sin embargo, no es tan fácil cambiar la naturaleza humana.

Por ejemplo, supongan que cultivan ajo usando polvo de Patchakarpuram (una variedad aromática de alcanfor) como tierra, kamma kasturi (una variedad fragante de almizcle) como abono y agua de rosas perfumada como irrigación. ¿La producción de ajos obtenida como resultado de todos sus esfuerzos tendrá su fuerte olor natural? Así también, los Vasanas (las impresiones, tendencias o deseos latentes) mundanos acumulados en el curso de sus numerosas vidas pasadas no dejarán al hombre tan fácilmente, a pesar de todo su sadhana (prácticas espirituales) y sus compañías sagradas. Por lo tanto, es necesario que el hombre comprenda en primer lugar la verdadera naturaleza de su propio cuerpo.


 ¿Qué es este cuerpo? Es un depósito de suciedad, orina, carne, sangre y cosas semejantes. No obstante, en este mismo cuerpo brilla la gema del “más puro rayo sereno”, es decir, el Atma.

Las gemas no crecen como frutos en los árboles, sino que se las encuentra en la tierra. Del mismo modo, el cuerpo, que es de naturaleza Mrinmaya (lleno de suciedad) alberga en sí al Atma, que es de naturaleza Chinmaya (lleno de Conciencia Pura).

El secreto del éxito del hombre reside en comprender y descifrar profundamente este Chinmaya tatva (principio de Conciencia Pura).

El cuerpo es transitorio y efímero, pero alberga en su interior al Atma inmortal y eterna; por eso no se lo debe desatender, sino que se lo ha de cuidar apropiadamente, hasta realizar al Ser.

La lección de Brahma a los semidioses
Una vez, en una guerra entre los Devas (semidioses) y los Asuras (demonios), los primeros salieron victoriosos y, llenos de orgullo, se reunieron para celebrar su victoria. Brahma quiso pinchar la burbuja de su ego y orgullo, y abrirles los ojos al hecho de que su victoria se debía a la gracia divina y no a su propia fuerza y valor. Por lo tanto, apareció ante ellos en la forma de un Yaksha (ser celestial). Al verlo, Agni (el Dios del fuego) se acercó a él. Cuando el Yaksha le preguntó a Agni quién era, este último respondió orgullosamente: “¿No me conoces? Soy Agni Deva (el Dios Fuego), el gran héroe que puede reducir a cenizas al mundo entero en un instante”.

Entonces, el Yaksha colocó ante él una brizna de hierba y le dijo: “¡Oh, Dios Fuego! Por favor quema esta hierba”. A pesar de todos sus esfuerzos, el Dios Fuego no pudo quemarla y se retiró humillado.

Luego se acercó el Dios Viento, Vayu, y ante el Yaksha alardeó de su fuerza sin igual para devastar aldeas enteras, árboles, bosques, etcétera, en la forma de ciclones, tornados y oleadas. El Yaksha sonrió y le pidió a Vayu que soplara la hierba. A pesar de utilizar todo su poder y hercúleos esfuerzos, el Dios Viento ni siquiera pudo hacerla temblar y tuvo que batirse en retirada.

Al presenciar el fracaso, la frustración y la humillación de sus dos lugartenientes más poderosos, Indra mismo –el rey de los semidioses–, se acercó al Yaksha para verlo de cerca, pero cuando llegó al lugar vio a una mujer parada en el sitio del Yaksha.

Se dirigió a ella de este modo: “¡Oh, Madre! Ten la bondad de decirme quién eres y quién es el que acaba de desaparecer de la vista”. Entonces, ella respondió: “Soy Uma. El que apareció antes en la forma de un Yaksha era Brahma, quien vino a destruir el ego tan inflado de todos los que se habían reunido aquí. Mientras tengan ego no podrán alcanzar la realización del Ser. Por eso, ninguno de ustedes pudo reconocer a Brahma aunque Él apareció justo frente a ustedes. Como Indra, tú personificas la mente que guía a los sentidos y que es un manojo de deseos. Por eso te he dado una visión de Mí como una mujer, que es la encarnación de los deseos”.

La plegaria de los semidioses a Brahma
Al oír las palabras de Uma, el ego de todos los semidioses se desinfló y con toda humildad le oraron a Brahma de este modo:

“¡Oh, Señor! Ni siquiera una brizna de hierba se moverá si Tú no lo ordenas, ¡qué decir del microcosmos y el macrocosmos! Sin comprender esto, algunas personas como nosotros nos llenamos de orgullo. ¡Bhagavan! ¿De qué sirven las diversas clases de posesiones y poderes como la riqueza, la fuerza física, la agudeza intelectual, etcétera, si uno no tiene la capacidad de conocerte? Nadie puede conocerte ni experimentarte si no es a través de la fuerza de Bhakti (devoción o amor)”.

La lección que enseña este episodio es que los hombres son meras herramientas en las manos del Todopoderoso y que no deberían volverse egoístas y orgullosos pensando que cualquier éxito o logro se debe a su propia fuerza innata. No puede obtenerse la gracia de Dios si no es a través de Bhakti. ¿Qué es Bhakti? Es amar a Dios con un corazón puro y desinteresado carente de ego y orgullo.


Deben usar estas herramientas dadas por Dios y motivadas por Dios, llamadas sentidos, del modo correcto. Estas herramientas, a menudo, se ven afectadas por las enfermedades.

Por ejemplo, cuando los ojos padecen de ictericia, todo parece amarillo. Cuando uno sufre de malaria, hasta las cosas dulces saben amargas a la lengua. De esta forma, los órganos sensoriales se vuelven víctimas de Roga (la enfermedad) en lugar de ayudarlos a alcanzar Yoga (la unión con Dios). ¿Qué es Yoga?

Según Patanjali, Yoga es controlar los caprichos de la mente y las tendencias de los sentidos. En primer lugar, deben mantener sus órganos sensoriales bajo control.

¡Estudiantes! Durante esta etapa de la juventud, es natural que sus sentidos sean fuertes, activos, impulsivos, impetuosos y turbulentos. Sin embargo, deben ejercer control sobre ellos para que no los arrastren hacia sendas equivocadas. Practiquen las siguientes máximas:

No vean lo malo, vean sólo lo que es bueno; no oigan lo malo, oigan sólo lo que es bueno; no piensen en lo malo, piensen sólo en lo que es bueno; no hablen de lo malo, hablen sólo de lo que es bueno; no hagan cosas malas, hagan sólo cosas buenas; éste es el camino hacia Dios.

La ley del Karma siempre los seguirá
Tengan presente que el Kenopanishad enseñó a los seres celestiales, a los sabios y a otros seres humanos acerca de la inexorable, inmutable e ineludible ley del Karma, destacando debidamente el hecho de que los resultados de las buenas y malas acciones no son como la leche que se obtiene inmediatamente, extrayéndola de la ubre de la vaca lechera, sino que son como los frutos que se obtienen de un árbol, mucho tiempo después de haber plantado la semilla. Por lo tanto, no se regocijen cuando sus malas acciones no dan malos resultados inmediatamente; con seguridad, los experimentarán a su debido tiempo. Jamás pueden escapar de ellos. Por lo tanto, tomen la senda de vida virtuosa incluso desde esta temprana edad.

También deben comprender la importancia de la facultad del habla y el gran papel que desempeña la lengua. Dirigiéndose a la lengua, Jayadeva elogió su inmenso poder y la instó a recitar el nombre del Señor y a no dedicarse a la charla impía.

La lengua muestra un sentido de discernimiento en la elección del alimento. También tiene la capacidad notable de retraerse para no dejar que los dientes la muerdan. Jamás sale de sus límites. Un órgano tan valioso debería usarse para el propósito sagrado que le ha sido destinado: la prédica de los Upanishads a toda la humanidad.

No ignoren las enseñanzas de los Upanishads 
Los Upanishads, que constituyen la quintaesencia de los Vedas, proclaman en palabras dulces y simples verdades profundas que disiparán la ignorancia del hombre y lo llenarán de Prajñana Jyoti (la divina luz de la conciencia integrada constante).

Desafortunadamente, este tesoro tan inestimable está siendo pasado por alto en la actualidad. Depende de ustedes, estudiantes, cambiar la situación a partir de ahora, moldeando sus vidas a la luz de las enseñanzas Upanishádicas. Adquieran humildad junto con educación. Respeten a sus padres, maestros y mayores. Amen a aquellos que son más jóvenes que ustedes. Hoy, los estudiantes son propensos a la charla excesiva, a la jactancia y la ostentación. No deben dar lugar a tales defectos.

El mundo externo está lleno de rivalidad y “temor”. Los estudiantes deben ir al rescate de aquellos que son víctimas del temor y servirles con amor y devoción. Éste es el espíritu tras la conocida estrofa Upanishádica, que es una invocación de paz:

¡OM! Sahana vavatu, Saha nau bhunaktu, Saha viryam karavavahai.
Tejasvinavadhitamastu.
Maa vidvishavahai.

¡Om Shanti Shanti Shanti! “¡Om! ¡Que Dios nos proteja a ambos (estudiantes y maestros)! ¡Que Él nos nutra a ambos! ¡Qué ambos nos iluminemos (a través de este estudio)! ¡Que no nos odiemos! ¡Om, Paz! ¡Paz! ¡Paz!”. 

Deben apreciar el hecho de que los Rishis (sabios) Upanishádicos se dedicaron a una indagación más inteligente, intensiva y desinteresada sobre problemas más fundamentales de la vida, en contraste flagrante con las investigaciones de los científicos de hoy. No menosprecien a estos antiguos Rishis cuyos hallazgos invalorables se conservan en los Upanishads, que son como postes guías que conducen a la humanidad a la meta de la vida humana. Absorban y sigan en sus vidas cotidianas las enseñanzas simples y a la vez profundas de los Upanishads y hagan que sus vidas sean bendecidas.


Discurso durante el Curso de Verano en Brindavan, el 25 de mayo de 1991.

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