PRIMER ADHYAYA
Los estudiantes de Brahma preguntan: ¿Es Brahma la causa? ¿De dónde hemos nacido? ¿Cómo vivimos, y adónde vamos? Oh vosotros que conocéis a Brahma, decidnos, ¿a disposición de quién nos encontramos, ya sea en el dolor o en el placer?
¿Deberían ser considerados como la causa el tiempo, la naturaleza, la necesidad, la suerte o los elementos, o aquel que es llamado la persona (purusha, vigñanatma)? Tampoco puede ser su unión, porque no es independiente, y también el ser es impotente, porque, independientemente de él, existe una causa del bien y del mal.
Los sabios, dedicados a la meditación y a la concentración, han visto el poder perteneciente a Dios mismo, escondido en sus propias cualidades (guna). El, siendo uno, supervisa todas esas causas, el tiempo, el ser y el resto.
Meditamos en él que como una rueda tiene una piña con tres llantas, dieciséis puntas, cincuenta radios, con veinte contrarradios, y seis grupos de ocho; cuya cuerda única es múltiple, que sigue su curso en tres diferentes caminos, y cuya ilusión proviene de dos causas.
Meditamos en el río que contiene aguas de los cinco arroyos, las cuales son bravías y tortuosas con sus cinco manantiales, cuyas olas son las cinco respiraciones vitales, cuyo nacimiento es la mente, y su curso los cinco tipos de percepciones. Tiene cinco remolinos, sus raudales (corrientes) son los cinco dolores; tiene cincuenta tipos de sufrimiento, y cinco ramas.
En esa vasta rueda de Brahma en la que todas las cosas viven y descansan, el pájaro revolotea por todas partes, mientras piensa que el ser (en él) es diferente del motor (el dios, el Señor). Cuando ha sido bendecido por él, entonces obtiene la inmortalidad.
Pero lo que es alabado (en los Upanishads) es el Brahma Supremo, y en él se encuentra la Tríada. El Brahma Supremo es el sostén incólume, es imperecedero. Los estudiantes de Brahma, cuando han conocido lo que existe dentro de este mundo, se convierten en devotos y se funden en Brahma, libres del nacimiento.
El Señor (Isa) sostiene todo esto al mismo tiempo, lo perecedero y lo imperecedero, lo desarrollado y lo sin desarrollar. El ser vivo, no siendo un Señor, se encuentra atado, porque tiene que disfrutar de los frutos de sus acciones; pero cuando él ha conocido al dios (deva), es liberado de todas las ataduras.
Existen dos, uno que conoce (isvara), y el otro que no conoce (giva); ambos sin nacimiento, uno fuerte, el otro débil; existe ella, la no nacida, a través de la cual cada hombre recibe la recompensa de sus acciones; y existe el Ser infinito que aparece bajo todas las formas, pero el mismo es inactivo. Cuando un hombre encuentra estos tres, eso es Brahma.
Eso que es perecedero es el Pradhana (el primero), el inmortal e imperecedero es Hara. El único dios gobierna lo perecedero (el pradhana) y el ser vivo. El meditar en él, el hacerse uno con él trae consigo al final el cese de toda la ilusión.
Cuando ese dios es conocido, se caen todas las cadenas, los sufrimientos son destruidos y el nacimiento y la muerte cesan. De la meditación en él surge, al disolverse el cuerpo, el tercer estado, el del señorío universal; pero únicamente aquel que está solo está satisfecho.
Esto, que descansa eternamente dentro del ser, debe ser conocido; y nada aparte de esto tiene que ser conocido. Conociendo al que disfruta, al disfrutado y al gobernante, todo ha sido declarado triple, y éste es Brahma.
Del mismo modo que la forma del fuego, aunque existe en la maleza, no puede ser vista, ni su semilla puede ser destruida, sino que tiene que ser capturada por medio del palo y de la maleza, así es en ambos casos, y el Ser tiene que ser capturado en el cuerpo por medio del pranava (la sílaba Om).
Haciendo de este cuerpo la maleza de la sílaba Om la madera de lo alto de la montaña, el hombre, después de practicar la meditación, percibirá al dios brillante, como la chispa escondida en la madera.
Como el aceite en las semillas, como la mantequilla en la nata, como el agua en los lechos secos de los ríos, como el fuego en la madera así el Ser puede ser descubierto dentro del ser, si el hombre le busca con verdad y practicando penitencias.
Si él busca el Ser que se encuentra en todas las cosas, como la mantequilla se encuentra en la leche, que sepa que sus raíces son el conocimiento del ser y la penitencia. Ese es el Brahma enseñado por el Upanishad.
¿Deberían ser considerados como la causa el tiempo, la naturaleza, la necesidad, la suerte o los elementos, o aquel que es llamado la persona (purusha, vigñanatma)? Tampoco puede ser su unión, porque no es independiente, y también el ser es impotente, porque, independientemente de él, existe una causa del bien y del mal.
Los sabios, dedicados a la meditación y a la concentración, han visto el poder perteneciente a Dios mismo, escondido en sus propias cualidades (guna). El, siendo uno, supervisa todas esas causas, el tiempo, el ser y el resto.
Meditamos en él que como una rueda tiene una piña con tres llantas, dieciséis puntas, cincuenta radios, con veinte contrarradios, y seis grupos de ocho; cuya cuerda única es múltiple, que sigue su curso en tres diferentes caminos, y cuya ilusión proviene de dos causas.
Meditamos en el río que contiene aguas de los cinco arroyos, las cuales son bravías y tortuosas con sus cinco manantiales, cuyas olas son las cinco respiraciones vitales, cuyo nacimiento es la mente, y su curso los cinco tipos de percepciones. Tiene cinco remolinos, sus raudales (corrientes) son los cinco dolores; tiene cincuenta tipos de sufrimiento, y cinco ramas.
En esa vasta rueda de Brahma en la que todas las cosas viven y descansan, el pájaro revolotea por todas partes, mientras piensa que el ser (en él) es diferente del motor (el dios, el Señor). Cuando ha sido bendecido por él, entonces obtiene la inmortalidad.
Pero lo que es alabado (en los Upanishads) es el Brahma Supremo, y en él se encuentra la Tríada. El Brahma Supremo es el sostén incólume, es imperecedero. Los estudiantes de Brahma, cuando han conocido lo que existe dentro de este mundo, se convierten en devotos y se funden en Brahma, libres del nacimiento.
El Señor (Isa) sostiene todo esto al mismo tiempo, lo perecedero y lo imperecedero, lo desarrollado y lo sin desarrollar. El ser vivo, no siendo un Señor, se encuentra atado, porque tiene que disfrutar de los frutos de sus acciones; pero cuando él ha conocido al dios (deva), es liberado de todas las ataduras.
Existen dos, uno que conoce (isvara), y el otro que no conoce (giva); ambos sin nacimiento, uno fuerte, el otro débil; existe ella, la no nacida, a través de la cual cada hombre recibe la recompensa de sus acciones; y existe el Ser infinito que aparece bajo todas las formas, pero el mismo es inactivo. Cuando un hombre encuentra estos tres, eso es Brahma.
Eso que es perecedero es el Pradhana (el primero), el inmortal e imperecedero es Hara. El único dios gobierna lo perecedero (el pradhana) y el ser vivo. El meditar en él, el hacerse uno con él trae consigo al final el cese de toda la ilusión.
Cuando ese dios es conocido, se caen todas las cadenas, los sufrimientos son destruidos y el nacimiento y la muerte cesan. De la meditación en él surge, al disolverse el cuerpo, el tercer estado, el del señorío universal; pero únicamente aquel que está solo está satisfecho.
Esto, que descansa eternamente dentro del ser, debe ser conocido; y nada aparte de esto tiene que ser conocido. Conociendo al que disfruta, al disfrutado y al gobernante, todo ha sido declarado triple, y éste es Brahma.
Del mismo modo que la forma del fuego, aunque existe en la maleza, no puede ser vista, ni su semilla puede ser destruida, sino que tiene que ser capturada por medio del palo y de la maleza, así es en ambos casos, y el Ser tiene que ser capturado en el cuerpo por medio del pranava (la sílaba Om).
Haciendo de este cuerpo la maleza de la sílaba Om la madera de lo alto de la montaña, el hombre, después de practicar la meditación, percibirá al dios brillante, como la chispa escondida en la madera.
Como el aceite en las semillas, como la mantequilla en la nata, como el agua en los lechos secos de los ríos, como el fuego en la madera así el Ser puede ser descubierto dentro del ser, si el hombre le busca con verdad y practicando penitencias.
Si él busca el Ser que se encuentra en todas las cosas, como la mantequilla se encuentra en la leche, que sepa que sus raíces son el conocimiento del ser y la penitencia. Ese es el Brahma enseñado por el Upanishad.