29 diciembre, 2011

Adi Sankaracharya (788-820)




Me postro ante el verdadero instructor, ante él, que es revelado por las conclusiones de todos los sistemas de filosofía Vedántica, pero que es desconocido él mismo, Govinda, la gloria suprema.
                                                                                            Viveka Chudamni


Según los manuscritos que nos han legado sus discípulos y los historiadores, al final del siglo VII vivió en Kaladi un maestro de la dinastía Nambutiri (grihasta) (1). El educó a su hijo Sivaguru en el respeto de las tradiciones sagradas más antiguas.
El pequeño pueblo de Kaladi está situado a una decena de kilómetros al este de Alwaye, hoy uno de los principales centros industriales de Kerala). Por casi toda la región de Kerala abundan los arrozales, pero los cocoteros son los soberanos del paisaje, rico en canales y lagunas que riegan las plantaciones.
Sivaguru (que sería el padre de Sankara) fue enviado de muy joven a una escuela védica (pathachala). Con sus estudios terminados Sivaguru pidió a sus padres permiso para profundizar en el estudio de los Vedas y llevar una vida de asceta célibe (bramacharin). Ellos lo persuadieron de que renunciara a ello y le eligieron una esposa dentro de la casta brahmánica (illam), correspondiente al rango del cual era descendiente. Sivaguru fue pues unido con Aryamba según los más ancestrales y ortodoxos ritos védicos.

1.Grihasta: Es todo aquél que lleva la vida común del mundo. Se designa con ese nombre para distinguirlo de aquellos que se han dedicado completamente a  la vida religiosa. 





Al ritmo de los cotidianos baños rituales, de las comidas estrictamente vegetarianas y de las diversas ceremonias de rigor, la vida de la pareja transcurría de una forma simple. Sivaguru y Aryamba, como verdaderos brahamanes Nambutiri, eran conocidos por su liberalidad y por su bondad de corazón. Pedían por las calles tres veces al día y luego distribuían equitativamente las riquezas materiales con las que el cielo les había previsto. 

A pesar de la vida de estricta ortodoxia fielmente seguida por la pareja, y a pesar incluso 
de los ayunos que se imponían, los dioses no parecían inclinados a favorecer a Aryamba y Sivaguru con un descendiente. Hay que tener en cuenta que en la India tradicional, el nacimiento de un descendiente, particularmente de un hijo que cumpliera tras la muerte de los padres los ritos funerarios anuales y las debidas ofrendas, era considerado como esencial. 
Cierto día, Sivaguru confió a su mujer su tristeza por no tener descendencia. La antharjanan (nombre que adoptan las mujeres en Kerala de casta brahmánica) le dijo: 
—Vayamos de peregrinaje al templo de Shiva en Tírucivaperur (la actual ciudad de Trichur, situada a 60 km. al norte de Kaladi) e imploremos juntos las gracias del Gran Señor. 
En Trichur, tanto uno como otro, se impusieron un bhajanam, austeridad de varios meses acompañada de baños rituales, de ayunos, de ofrendas, de ritos y de visitas regulares al templo de Shiva. 
Una noche el Señor Shiva, satisfecho de sus austeridades (tapas), se manifestó en un sueño y complacido les hizo el siguiente ofrecimiento: o bien que tuvieran gran número de hijos medianamente inteligentes, pero todos con larga vida asegurada, o bien un hijo que viviría no por mucho tiempo, pero que sería la gloria de la casa, de la comunidad, de la India y del mundo. 
Sivaguru y Aryamba, tras haberse contado a la mañana siguiente sus sueños, fueron al templo de Shiva y, después de pedirle a dios que los iluminara, decidieron aceptar la segunda opción. Shiva les hizo saber que se encarnaría Él mismo en ese hijo y que no debían hacer otra cosa más que volver a su pueblo. Sivaguru y Aryamba regresaron a Kaladi donde ofrecieron a todos los miembros de su comunidad deliciosas comidas y a todas las pobres gentes de los alrededores numerosos regalos. 
Después de algún tiempo, tal y como Shiva había prometido, la luz que se desprendía de la persona de Aryamba dejaba presagiar un feliz advenimiento. El niño nació, nos cuenta el Sankaravijaya (relato de las peregrinaciones del Maestro, escritos por Anantanandagiri), al mediodía del quinto día de la quincena clara del mes de Vaichakha (abril - mayo), bajo la constelación Punarvasu. La tradición más difundida indica el año 788 d.C para su nacimiento y el año 820 d.C para su muerte, de lo cual resulta que solo vivió 32 años. Pero los estudiosos consideran que dada la inmensa actividad de Sankara desarrolló en su vida, esta cifra de duración de su existencia parece inaceptable, por lo que interpretan que el año señalado para su nacimiento se refiere a su “nacimiento espiritual”, o sea, cuando su Gurú le inició en el conocimiento interior de su Ser. Los sabios astrólogos Nambutiri se percibieron inmediatamente del nacimiento y declararon que todos los planetas le eran favorables. Al undécimo día, el nombre de Sankara (aquel que hizo la calma) fue dado al niño. 
Justo antes de serle conferido el cordón sagrado (upanayana) a la edad de cinco años, cuentan sus biografías, Sankara ya había aprendido el sánscrito, además de su lengua materna, y leía los grandes poemas mahakavya, así como varios escritos cosmológicos y mitológicos (Puranas). Es por esta época que muere el padre de Sankara, sirviendo éste de gran consuelo para su madre. 
Después de algún tiempo ella le envió a realizar sus estudios en un pathachala vecino, donde estudió los Samhitas védicos y los seis vedangas anexos: fonética (siksha) ritual (Kalpa), gramática (vyakarana), etnología y lexicología (iyotisha). 
Durante su estancia en el pathachala, Sankara como los otros alumnos brahmanes, debía de ir cada día a mendigar su alimento, ya que la escuela védica no dispensaba más que la enseñanza. Un día se acercó a la casa de un brahmán pobre y con las manos unidas en el patio de la familia, pronunció la fórmula tradicional: 
¡Oh madre dame alimento!… (Bhavati Bhisksham dehi). El dueño de la casa había ido a buscar algún alimento, así que la mujer atendió la demanda del joven novicio (vatu). 
Ella descubrió finalmente una fruta, un mirobálano (amalaka) que colocó en el tazón de limosna de Sankara. Sankara profundamente conmovido por la devoción de la mujer se puso a cantar un himno de dieciocho versos a Lakshmi, diosa de la fortuna, pidiéndole hacer caer una lluvia de oro sobre la familia. La bella diosa —dice la tradición — accedió; la casa del pobre brahmán fue de un golpe sumergida en una lluvia de oro. El himno cantado por Sankara se ha hecho célebre bajo el nombre de Kanakadharastava (himno para obtener una lluvia de oro), y la casa del afortunado brahmán Nambutiri fue llamada Svarnattamana; todavía hoy es uno de los mas ricos patrimonios de Kerala. 
Al cabo de tres años de estudio en el Pathachala, Sankara adquirió más experiencias en la práctica de los cuatro Vedas, sólidos conocimientos en las numerosas ramas del saber hindú tradicional: lógica (tarka), yoga del Patanjali, Samkhya (2) y Purva Mimamsa (3). Al cabo de ocho años volvió a vivir al lado de su madre. 
Tiempo después, varios ascetas itinerantes (sanyasines) pasaron por Kaladi, visitaron su casa y se mostraron muy complacidos por el recibimiento que les había otorgado. 
Uno de ellos explicó a Aryamba que vistas las circunstancias en las cuales su hijo nació, habría llegado el momento de abandonar el mundo, pero que por su hospitalidad se había hecho merecedor de vivir dos veces más. El grupo de visitantes, entre los que se encontraban los sabios Agastya y Narada, bendijo la casa y se retiró. Aryamba recordó súbitamente la advertencia del dios Shiva en Trichur: o bien hijos mediocres que vivirían largamente, o bien el joven Sankara que iluminaría el mundo, su hijo único y bien amado; los ascetas acababan de decirlo, iba a morir pues a los dieciséis años. El muchacho consolaba a su madre explicándole que las relaciones entre padres e hijos en esta vida, son pasajeras; los vínculos afectivos mutuos no deben impedirnos el objetivo principal de nuestro paso por la tierra: la realización del ser y su liberación. Pero Aryamba, que por su condición de mujer nunca había sido admitida para estudiar los Vedas, no comprendía bien estas reflexiones. 
Desde la visita de los sabios, la tendencia al ascetismo de Sankara se acentuaba cada día más. Ella decidió, entonces, centrarle su atención en las ocupaciones de los trabajos domésticos —para así mantenerle con ella y evitar que renunciase al mundo— dejando a entender que iría a buscar una esposa para él. 

2 Samkhya: Esta palabra en sánscrito significa “número”, y constituye en consecuencia una filosofía
que enumera los principios del mundo. Su existencia data desde hace miles de años, pues se considera
como su fundador a Kapila (una encarnación de Dios en la edad de oro), la palabra samkhya aparece ya
en el Svetasvatara Upanishad 6:3 y también en el Gita, refiriéndose con ella al sistema filosófico que
considera que todos los principios del mundo surgen mediante la evolución (Parinama) del ser primordial
único.
3 Mimamsa: La Mimansa es originariamente una ciencia del ritual. Todo el Veda (con la única excepción
de los Upanishad) trata según los mimamsakas (maestros del mimamsa) de deberes religiosos, y cada
frase contenida en esos libros se refiere a estos deberes. Para establecer el significado de cada pasaje textual,
esta escuela filosófica desarrolló un método que sirvió de norma directiva para muchos otros sistemas
filosóficos. De acuerdo con él toda investigación tiene que atravesar cinco etapas: primeramente se
fija el objeto o tema a tratar (vishaya); lo segundo es hacer valer una duda (samshaya) que se pueda objetar
en contra del argumento a tratar; tercero, se expone una opinión contraria (purvapaksha) a la duda
anterior; cuarto, se obtiene una opinión definitiva (uttara-paksha, sidhanta) como resultado de la anterior
confrontación de pareceres; y finalmente, se determina la relación del resultado así obtenido con la investigación
de otros pasajes del texto. El Mimamsa es una filosofía pluralista que cree en la existencia eterna
del alma individual, regida por la ley cósmica del Karma que premia a los humanos con el cielo o el infierno
de acuerdo a sus acciones en esta vida, sin encontrar por ello necesidad de un Señor del Universo.
Para ellos la liberación consiste en un estado de espiritualidad abstracta del alma, una vez que se ha desapegado
del mundo, el cuerpo y la mente. 

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Pero en sus meditaciones cotidianas, Sankara adivina que está destinado a una gran tarea, la más grandiosa que un hijo de la India pudiera asumir: restablecer la Religión Eterna (Vedikamatha) en su pureza original. 

¿Cómo persuadir a su madre, viuda y débil, de que lo dejara marchar?. De acuerdo con la tradición védica, después del mandato del Gurú, lo más sagrado es el mandato de la madre. 
Una mañana Sankara se fue al río a tomar su primer baño del día (snanam), y cuando estaba en el agua, un cocodrilo agarró al muchacho por el tobillo y lo arrastró hacia la corriente. Sankara pedía socorro a su madre a gritos. Aryamba, temblando de miedo, bajó hasta la orilla del río y vio a su hijo que se debatía en medio de la corriente con gran agitación. Sankara le hizo comprender que un cocodrilo acababa de agarrarle la pierna, y le dijo: 
—Oh madre, si tú me das tu permiso para renunciar al mundo, este cocodrilo me soltará. 
Aryamba, antes de ver perecer a su hijo ante sus ojos, dio su consentimiento. El cocodrilo soltó inmediatamente a su presa y Sankara regresó a la orilla. Muy contento le anunció que a partir de entonces vería en todas las mujeres a quienes pidiera limosna, madres benévolas y que el Maestro que le iniciase definitivamente como (sanyasin) le serviría de padre, que sus próximos hijos discípulos serían sus hijos afectuosos; toda la tierra sagrada de la India, el mundo entero y sobre todo su pequeña casa de Kaladi, sería su residencia. 
Antes de abandonar su pueblo natal, Sankara pidió a los brahmanes Nambutiri un lugar donde atendieran a su madre y velaran de que nada le faltara. Después, postrándose ante los pies de Aryamba, por última vez, la tranquilizó dulcemente y le confió un secreto: “Vendré a asistirte en tus últimos momentos. No temas”. 
Sin volverse, el muchacho, atravesando los arrozales y las plantaciones de cocoteros, tomó la dirección de Trichur. Cubierto con su mundu (4) inmaculado, con la frente, el pecho y los antebrazos marcados con cenizas blancas (bhasma) con su collar de rudraksha y su vara de peregrino, se diría que Dakshinamurti (Shiva en persona), habiendo salido de su templo, se disponía a andar por los caminos de la India. 
Atravesando las colinas y bosques de Malabar, Sankara peregrinó, semana tras semana, en su viaje hacia el norte. Desde Cranganore y Trichur se fue a Cringeri y de allí a Kollur, a Gokarnam y a Nasik. Tras varios meses recorriendo caminos, el joven itinerante (parivrajaka) llegó a Sankaraganga, a orillas del río Narmada, en donde le informaron de la presencia del Maestro que vivía una vida de puro asceta. 

4 Mundu: Hábito de monje que cubre sólo de la cintura para abajo.

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Govinda Bhagavatpada era el nombre del futuro gurú de Sankara, y había sido discípulo del celebre Gaudapadacharya, el gran comentarista advaitino que escribió los versos numéricos (karika) sobre el Mundaka Upanishad. Y su nombre —tanto en las ermitas como en los medios ortodoxos secularizados— se impuso. 
Sankara se aproximó a la gruta donde vivía Govinda Bhagavatpada. Allí encontró al Maestro en samadhi (éxtasis), dio tres vueltas alrededor del lugar según las reglas (pradakshina) y pidió ser aceptado como discípulo. El Maestro Govinda, dejando bruscamente el estado de trance en que se encontraba, le preguntó: 
—¿Quién eres tú? 
Sankara respondió con un poema de diez versos en sánscrito (Dachacloki) en el que declara no ser otra cosa más que la Pura Conciencia Absoluta. 
El Maestro Govinda, maravillado por la fascinante demostración de los principios fundamentales del Advaita (5) hecha por el joven aspirante, lo aceptó como su discípulo (sishya) e inmediatamente lo admitió en su comunidad (paramahamsa sanyasa). Seguidamente expuso, para beneficio de su alumno, el contenido exacto de las grandes fórmulas upanishádicas (Mahavakya). Y lo inició en la experiencia del Santo Conocimiento. 
Durante su estancia en el refugio (ashram) del Maestro, el río Narmada, sobrecargado por las lluvias del monzón, amenazaba inundar los pueblos vecinos. Por todas partes los campesinos huían llevándose con ellos a sus hijos y algo de alimento. Sankara, con el poder de sus fórmulas sagradas, (jalakarshanamantra), mitigó la crecida de las aguas y salvó a los pueblos de la destrucción. Govinda, que desde el primer día comprendió que el dios Shiva en persona se había encarnado en el muchacho, le hizo comprender que allí no tenía nada que aprender y le pidió que se fuera a Kashi (Varanasi, la moderna Benarés): 
—Tu deber te llama en la ciudad santa. Redactarás unos comentarios sobre los prasthanatrayas, los tres grandes textos del Vedanta: los Upanishads, los Brahmasutras y el Bhagavad Gita. 
En el camino, Sankara reclutó a sus primeros discípulos a los cuales dio los nombres de Padmapada, Hastamalaka y Totaka. Y todos ellos emprendieron juntos un peregrinaje por 

5 Advaita: Escuela de filosofía vedántica que no acepta el dualismo y afirma la unidad de Dios, el alma
y el universo. 

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los Himalayas, donde Sankara tuvo la buena fortuna de encontrarse al sabio Gaudapada, el Maestro de su Maestro (Paramaguru) que retirado del mundo, pasó sus últimos días terrestres en una caverna, junto al nacimiento del Ganges. Gaudapadacharya bendijo a Sankara y le invitó a volver a bajar a Benarés para cumplir allí la obra para la que había sido destinado. 

De vuelta a Kashi, Sankara comenzó a redactar su comentario (Bhashya) de los Brahmasutras. Un día que explicaba un fragmento del texto a sus discípulos, se acercó un viejo brahmán al lugar donde enseñaba y pidió ser admitido para escuchar la lectura del comentario. Poco después, comenzó a criticar vivamente las interpretaciones dadas. 
Durante cuatro días, el anciano y Sankara polemizaron. Padmapada, el discípulo bien amado, adivinando que el viejo brahmán no era otro que el sabio Vyasa (6) pidió a los dos oponentes que abandonaran su dialéctica, pues según él, aquella agudísima filosofía no tendría fin si Sankara, una encarnación de Shiva, y Vyasa una encarnación de Dharma, discutían. Habiendo sida revelada su identidad, Vyasa dijo a Sankara que deseaba que el Advaita Vedanta fuera propagado por él en toda la India, pues había aprobado sus comentarios. Así pues, lo bendijo y anunció que prolongaría su vida terrestre por otro período de seis años. 
La más poderosa de las escuelas ortodoxas al final del siglo VII era la Purva Mimansa (7), que interpretaba el Veda, primero en el sentido ritual (Karma Kanda) y luego en cuanto a código de los deberes individuales (Dharma). Sankara tuvo que enfrentarse y sostener una dura oposición contra estas escuelas. 
En esta época vivía en Prayaga (moderna Allahabad a unos 120 km al oeste de Benarés) Kumarila Bhatta, uno de los más grandes maestros mimansaka que hubo jamás. 
Según la tradición, Kumarila era una encarnación del Señor Subrahmanya, segundo hijo de Shiva y de Parvati, que se había encarnado en él para restablecer las órdenes védicas frente al budismo decadente de la época. Muy joven, Kumarila, nacido en una familia brahmánica, había conseguido ser aceptado en un monasterio budista (vihara) donde él estudió todas las doctrinas heterodoxas. 
Apenas hubo salido del vihara, Kumarila, conociendo a fondo los argumentos y los puntos doctrinales de los budistas, se apresuró a refutarlos públicamente y a restablecer solemnemente la validez del ritual védico. Si Sankara admiraba sinceramente el fuerte

6 Vyasa: Se trata de un Rishi o alma realizada, a quien se considera como la encarnación literaria de la
sabiduría y la rectitud (Dharma). A él se le atribuyen como compilador muchos textos sagrados que componen
la base ortodoxa de la sabiduría vedántica, tales como: los Mahapuranas, el Shrimad Bhagavatam,
el Mahabharata, el Bhagavad Gita y otros.
7 Ver la nota 3. 

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trabajo ejecutado por Kumarila, también le reprochaba sus posiciones de mimansaka sobre la no existencia de Dios. En su gigantesco trabajo de reinstauración del Veda (Vedapramana), Kumarila Bhatta había sostenido varias veces que no tenía ninguna necesidad de postular un Dios omnisciente y omnipotente. El Maestro de Kaladi se dirigió a Prayaga para entrevistarse con Kumarila, convencerlo de la verdadera interpretación 
advaitina y adherirlo a su causa. 
Llegando a Prayaga, en la confluencia de los tres ríos sagrados (Ganges, Yamuna, Sarasvati), Sankara supo que Kumanila acababa de imponerse un rito de expiación (agnikunda). 
En su ardor por restablecer la religión eterna, Kumarila Bhatta había cometido, en efecto, dos faltas muy graves. La primera: en su juventud había pretendido ser un budista y fue admitido como tal en un monasterio, pero mintió al gurú (gurudroha) y traicionó públicamente las enseñanzas que recibió. La segunda: defendiendo implacablemente el punto de vista mimamsaka había negado varias veces la existencia de Dios. 
Kumarila decidió, pues, reparar sus dos errores sacrificándose. Sentado en medio de un gran montón de glumas de arroz, él mismo prendió fuego a la hoguera. El cuerpo carnal de Kumarila comenzaba a consumirse, cuando Sankara llegó. El gran maestro mimamsaka, conservando su conciencia entre las llamas, le dijo que habiendo comenzado el proceso de expiación éste era irrevocable (tushagni pravesa). Hasta el último momento conservó el pleno control de sus facultades y su vivacidad de espíritu, explicando que era feliz pasando sus últimos instantes en compañía de un tradicionalista (smarta) que aprobaba las tesis no dualistas. No obstante sugirió a Sankara que fuera a buscar a otro gran mimansaka, Vishvarupa, ante el cual podría defender sus opiniones. Así pues, Sankara se dirigió a Mahismati (norte de Bihar), allí encontró las puertas de la morada de Vishvarupa cerradas con cerrojo. Este cumplía en su interior la ceremonia ritual del craddha. Sankara utilizando sus poderes yóguicos (sidhis) entró en el lugar. Vishvarupa, que le vio aparecer delante de sí, se puso furioso. ¿Con qué derecho un sanyasin, que ha renunciado al mundo —y como consecuencia, no tiene nada que ver con los ritos domésticos — viene a turbar el desarrollo de la ceremonia? Los brahmanes que oficiaban con Vishvarupa, de acuerdo con él, le recordaron que era bien cierto que un sanyasin no debía olvidar las exhortaciones de los textos jurídicos (Dharmashastra). Pero estos también recordaron expresamente, que ante el que llega en el desarrollo de un rito no se debe perder la sangre fría, y pidieron a Vishvarupa que olvidara el incidente y que invitara al sanyasin a compartir su comida. Sankara respondió que no había venido a mendigar su alimento (anna bhiksa) sino a abrir un debate filosófico (vada bhiksa) con Vishvarupa. Este aceptó acordando el encuentro para el día siguiente. 
Tras establecer las obligaciones a las que se sometería el derrotado, quien quiera que fuera, los dos contendientes comenzaron, al alba siguiente su debate. 
La condición era que, si Vishvarupa perdía adoptaría inmediatamente la vía del Advaita Vedanta. Sí por el contrario, Sankara era derrotado, debería renunciar a sus posiciones no dualistas, vestir los trajes blancos de los mimansaka y adoptar en adelante las opiniones de los ritualistas. El árbitro del debate fue Bharati, la mujer de Vishvarupa, célebre por su elegancia y su saber. Ella depositó alrededor de la nuca de cada uno de los adversarios una guirnalda de flores frescas (mala) y anunció, abandonando la sala de los debates, que al que primero se le marchitara la guirnalda sería declarado vencido. Al cabo de seis días, Vishvarupa cedió a los argumentos y las irrefutables exposiciones de Sankara, comenzó a perder terreno en la discusión. Poco tiempo después, la guirnalda de flores que él llevaba se marchitó. Finalmente Vishvarupa tuvo que declararse vencido, y como había sido decidido el primer día de la pendencia, pidió a Sankara la iniciación y se hizo sanyasin. Sankara le dio el nombre de Sureshvara Bharati, que en verdad era la diosa Bharati (Sarasvati), la protectora del saber, expresó que Sankara sólo había derrotado a una mitad de Vishvarupa; él debía de combatir con la otra mitad, con su esposa, es decir con ella misma. Sankara aceptó y Bharati discutió con él durante diecisiete días; de una ciencia pasaba a la otra, sin poder inflingirle una derrota a Sankara. 
Finalmente ella se volvió hacia la ciencia del amor y empezó a disputar con el sabio acerca de doctrinas de los teóricos de la erótica. Sankara, como asceta que era, no tenía ningún conocimiento del amor. Pidió por eso una interrupción de la discusión por varias semanas, para estar en condiciones de estudiar, en teoría y en práctica el “Kamashastra”. 
Cuando esto le fue concedido se retiró a la orilla del Narmada y ahí se sumió en profunda meditación. Gracias a sus fuerzas yóguicas consiguió separar su alma del cuerpo. Mientras su cuerpo yacía inmóvil bajo el cuidado de uno de sus discípulos, su espíritu penetró en el cadáver del rey Amaru, que justamente iba a ser quemado en la hoguera. 
Sankara dio nueva vida al cuerpo inanimado y fue conducido en un cortejo triunfal al palacio real por los felices súbditos de Amaru, que creían que su amo se había levantado de su letargo. En el cuerpo de Amaru, Sankara gozó de las cien mujeres del rey y así obtuvo un amplio conocimiento del amor, que puso por escrito en la colección de poemas 
denominada “La centena de Amaru”. Después de algún tiempo regresó a su antiguo cuerpo, continuó su discusión con Bharati y no dejó sin respuesta ninguna de sus preguntas. 
Después de la conversación de Vishvarupa, Sankara recorrió la India para propagar sus enseñanzas. Venció a los jefes de las sectas contrarias y desbarató todas las tentativas de sus enemigos para eliminarlo violentamente. En Shringeri (Rishya-shringa-giri), en el actual estado de Maisur, construyó un templo y un convento (matha) en el cual colocó a Vishvarupa como abad. 

Habiendo actuado en este lugar durante un tiempo, fue a su tierra natal, Kaladi para ver a su madre que estaba muriendo. Consoló a la moribunda —que derramaba lágrimas de alegría de reencontrarse con su hijo, que venía a cumplir su palabra— y le prometió realizar él mismo, con su cremación de acuerdo con los ritos sagrados. Ahora bien, el asceta para los hindúes está tan completamente apartado del mundo que no tiene que llevar a cabo actos de esa naturaleza; pero por otro lado nadie sino el hijo por naturaleza
o por adopción, puede ejecutar las ceremonias religiosas con igual eficacia, ya que sólo el hijo puede facilitar al alma la transmigración a su próxima existencia y evitar un inquieto vagar. Sankara se encontraba en un gran dilema como hijo y su deber de asceta. 
Estaba convencido de que él debía de hacer todo lo que era necesario para colmar el deseo de su madre. Pero sus parientes, los brahmanes de Kaladi, decían que sería un pecado grave si él, siendo un sannyasin, llevaba a cabo su idea, y se abstuvieron de participar en la cremación y le prohibieron entrar en los campos crematorios. 
Así, sólo le quedó a Sankara, contra todo lo aceptado tradicionalmente, rendir los respetos a su madre él sólo. En un patio, detrás de la casa mortuoria levantó una pira de ramas de árbol, pero cuando quiso llevar allí el cadáver le resultó demasiado pesado para cargarlo, y se vio obligado, en consecuencia, a cortarlo en pedazos y a colocarlos sobre la leña, uno a uno. Luego hizo surgir el fuego que quemó el cuerpo y realizó todas las ceremonias que prescriben los textos sagrados. Enfadado por la conducta de sus parientes, 
Sankara —se dice— consiguió que el señor del lugar dictase una disposición, por la cual todos los miembros de las familias que se habían enemistado no pudiesen en lo sucesivo recitar los vedas, y debían quemar a sus muertos detrás de sus casas y cortar los cadáveres en pedazos antes de la cremación. Esta peculiar costumbre domina aún en algunas familias Nambutii y ellas la atribuyen a la cólera de Sankara; pero es muy dudoso de que esta costumbre provenga de aquella circunstancia. Probablemente se inventó posteriormente todo el relato para explicar esa notable costumbre. 

De Shingeri, a donde había regresado, emprendió Sankara un gran viaje de misión hacia la costa oriental de la India, combatió a los seguidores de cultos paganos y ganó para su doctrina a reyes y sacerdotes. En Puri (Orissa) fundó el convento Gavardhana, que aún existe hoy en día. Finalmente se dirigió una vez más al oeste. En Dvaraka (Gujarat) fundó de nuevo una sede importante para su orden; después se dirigió siguiendo el curso del Ganges y llegó a Kachemira, en donde hostigó a los budistas. De aquí tomó rumbo hacia Pragjotisphur (Gauhati) en Assam e infligió una seria derrota en una discusión verbal al filósofo Abhinavagupta (8) Este pensó en vengarse, tomó en su ayuda la magia negra y consiguió que Sankara fuera atacado por una grave dolencia. Todos los medios medicinales que fueron aplicados contra la enfermedad —que cada día iba peor — resultaban inútiles. Finalmente un mensajero de Shiva le comunicó al asceta Padmapada la causa de la enfermedad, a raíz de lo cual éste, recurriendo a medios mágicos, curó al Maestro. Sankara erró entonces por la región del Himalaya. En Badarinath construyó un templo para Vishnu y fundó un convento. 
Reemprendió, poco después, sus andanzas conquistadoras (digvi jaya). Visitando todos los lugares santos (tirthas) y efectuando los principales peregrinajes (yatras). Provocaba constantemente debates con los representantes de otras escuelas, ya fueran ortodoxas o heterodoxas. Su propósito no era en ningún modo convertirlos a su Advaita por un proselitismo extremo (lo cual era la tendencia de las otras escuelas), sino establecer en la India y en el mundo una unidad y una paz duraderas, basadas en la experiencia directa de Dios. La doctrina del no-dualismo, de la unidad en la multiplicidad (kavaladvaita), se apoyaba en la autoridad del Shruti (textos sagrados). Sankara interpretó los Upanishad con la ayuda de la razón pura, y de la clarividencia de la que goza aquel que vive unido al Todo. Su implacable lógica desconcertaba toda argumentación. 
El Advaita Vedanta no es un sistema que viene a rivalizar con las otras escuelas ortodoxas y heterodoxas; sin combatirlas expresamente, las aclara interiormente y muestra a todos que una Verdad única polariza el conjunto. Las opiniones tradicionales del Samkhya y de los mimamsaka, así como las doctrinas budistas y jainista, son buenas si no pierden de vista la Suprema Realidad (Brahmadvaita). Las diferentes religiones no son fines en ellas mismas, no son Dios; sólo hablan de la vía divina. Los dioses, como los hombres, nacen y mueren; es una cuestión milenaria. 
Este Ser único, el Brahman del que habla Sankara, es eterno, no tiene ni principio ni fin y se encuentra más allá de los nombres y de las formas (nama rupa); por eso es casi inconcebible para un ser humano ordinario. La necesidad de un Dios personal (istha devata) no es solamente legítima, es necesaria para la aspiración a la liberación. Para Sankara, ese Dios que posee nombre y forma es la más alta concepción, y en el retorno a la Fuente Luminosa de la que cada uno de nosotros es resultado, la devoción (bhakti),      

8 Abhinavagupta: No es el gran defensor del Shivaismo de Kachemira, sino el autor de un comentario 
shâkta. Ver K. C. Pandey “Abhinavagupta” Chowkhamba Sanskrit Series, Studies Vol.1. 
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puede ser utilizada desde los primeros pasos. No obstante, en contra de Ramanuja (9) —que dos siglos más tarde que él interpretó los textos del Shruti en el seno del nodualismo 

cualificado (vishisthodvaita)— no ve únicamente en la devoción el medio por excelencia de llegar a la beatitud. Para el Maestro de Kaladi también es útil y válido el conocimiento comprensivo del Ser (jñana) 10 como sistema y método de acercarse a la realización del Absoluto, Brahman; lo considera una valiosísima ayuda. 
Aún así, la devoción es necesaria y Sankara lo demostró más de una vez. Durante sus peregrinaciones compuso más de sesenta himnos devocionales (stotras) todos admirables en poesía y fervor. 
En la traducción de los Seis Versos sobre el Nirvana (nirvanashatkam), Sankara expone la naturaleza del atman utilizando preferentemente el método de reducción al absurdo “neti-neti” (por exclusión de las cualidades irreales), un poco a manera de los sabios de los Upanishad y en consonancia con el Vedanta clásico. 
En todas las regiones de la India que Sankara visitó, grupos de fieles adoraban exclusivamente alguna forma definida del Ser divino. Aquí era soberano Vishnu, en otras partes Pampati (Shiva); más lejos no se podía acceder al Ser más que por Ganesha (el primer hijo de Shiva, dios con cabeza de elefante y Señor de las categorías); por algún lado, la Gran Diosa (Sakti Devi) era la progenitora de los dioses, y era la única, en definitiva, a quien era necesario encomendarse. En sus encuentros con los diversos grupos 
de fieles, Sankara no puso en duda la identidad de su fe y la sinceridad de sus creencias, pero les predicaba la unidad del Ser; y se lo revelaba a cada uno, bajo una forma innombrable. 
El gran principio de la doctrina, afirmado en todas partes por Sankara, no era el vacío (Shunyata) de los budistas, sino por el contrario el Ser único, el Brahman, tripartita en su manifestación (Brahma, Vishnu, Shiva). Pero inconcebible para la limitada mente humana; lo finito no puede llegar a lo infinito. 
Frente a las afirmaciones de las diversas sectas religiosas (había más de setenta en India en su época) Sankara imponía sus opiniones advaitinas explicando que la adoración de los 
9 Ramanuja: Fue uno de los maestros escolásticos que propugnaron un vedanta realista, proclamando
la creencia en un Dios personal con forma humana, o sea, un Maestro Perfecto Vivo como la única fuente
de liberación, a través de la devoción (bakhti) que sus discípulos desarrollan por El. Descartando de esa
forma la búsqueda del Dios Absoluto e impersonal (Brahman) del que hablaba Sankara, el cual consideraba
al Satguru como su manifestación física o su corporización (ver versículo 577)
10 Jñana: Conocimiento de Dios que se alcanza por medio del razonamiento y del discernimiento;
significa también el proceso razonado que conduce a la Verdad última. Se emplea en general esta palabra
para indicar el conocimiento o la conciencia de nuestra identidad con Brahman. 
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dioses (elementos, serpientes, ríos, etcétera…) debe culminar en el Ser único. 
La emancipación final no se alcanza más que por la realización de la identidad del Ser individual (el atman) y el Principio Absoluto (Brahman). 

Sankara purificó considerablemente el ritual tántrico. Exhortó a los sirvientes de los templos a reemplazar las ofrendas de bebidas alcohólicas (madya), de carne (mamsa) y de pescado (matsya), por ofrendas de arroz, flores y productos lácteos. Varias divinidades locales inferiores exigían sacrificios groseros y brutales. En ciertas regiones de la península, la sangre, tanto humana como animal, corría a oleadas. 
Sankara era muy firme en ese punto: el verdadero sentido del sacrificio es interior; es preciso ofrecer el alma al Alma y no embadurnar de sangre los ídolos de piedra. Durante su estancia en Maisur, visitó el célebre templo de Vishnu. Los brahmanes le negaron la entrada al santuario por llevar en el cuello un collar de granos de mirobálano (rudraksha) y tener la frente marcada con tres trazos horizontales de cenizas sagradas (vibhuti) —dos signos evidentes de pertenecer a la orden de los ascetas Shivaítas—. Sankara explicó a los brahmanes que no había ninguna diferencia entre Vishnu y Shiva, que los dos grandes dioses del panteón hindú no eran más que aspectos de una única y misma realidad. Tras largas controversias, los sirvientes del templo le permitieron entrar en el Santo de los Santos (Shri Kovil). Para sorpresa de ellos, vieron que la estatuilla (vigraha) instalada en el interior del nicho (garbhagriha) había cambiado de aspecto. La parte izquierda de la estatuilla representaba a Vishnu y la otra a Shiva. Este incidente milagroso transformó de golpe todo el ritual y a partir de entonces el culto a Hari-Hara (Vishnu y Shiva adorados en una misma figurilla) se desarrolló en India, conservándose su práctica hasta nuestros días. 
Otro incidente, que tuvo lugar en Mallikarjuna debe ser relatado, pues muestra claramente 
el clima en, el cual transcurrió la vida de Sankara. El Maestro acababa de llegar a la ciudad cuando se apresuró a exponer a los Kapalika (secta de shivaítas muy intolerantes) los fundamentos del Advaita. Cuando los miembros de esta secta vieron que no les era posible vencer a Sankara por los argumentos regulares de la discusión filosófica, buscaron otro medio. Uno de ellos visitó una tarde a Sankara y le dijo: 
—Seguramente tu misión terrestre es admirable, restablecer la Verdad y venir a ayudar a los demás a través de la seguridad de tus argumentos y tu interpretación magistral del Shruti… Yo soy, como tú sabes, un portador de cráneos (un kapalika) 11 y deseo emprender un sacrificio a Shiva. Para obtener las gracias del Gran Señor, debo ofrecerle la cabeza de un rey o de un asceta. Tú nos has mostrado la elevación de tus conocimientos: yo vengo pues a pedirte la tuya. 
Sankara le respondió que estaba dispuesto con mucho gusto a proporcionarle lo que pedía. 
—Mi único deseo —añadió— es que separes mi cabeza de mi cuerpo cuando esté en meditación y con todos mis discípulos alejados. 
A la mañana siguiente, cuando el kapalika se disponía a ejecutar su acto, Padmapada, el discípulo bien amado de Sankara, tomando su baño en el río tuvo el presentimiento de que su Maestro estaba en peligro. Padmapada meditó intensamente en su divinidad elegida: Narasimbha 12, cuarta encarnación de Vishnu. El dios que tiene la forma de un hombre (nara) y un león (simha) invadió inmediatamente a Padmapada y se precipitó sobre el Kapalika cuando éste, armado con una gran espada de sacrificio, se disponía a cortar la cabeza de su Maestro. Sankara percibió el cuerpo del Kapalika completamente descuartizado y muy cerca la sombra de Narasimha. Abandonando su meditación ya no vio nada más que a su discípulo Padmapada, con las manos juntas, que le saludaba respetuosamente. 
No se conoce nada de los últimos años del Maestro. Kedarnath, Kacmi, Trichur de Kerala, Nepal… son varias veces citadas por sus hagiógrafos. Según la tradición general más aceptadas, es en Kancipuram en donde fue visto por última vez. 
A petición de sus discípulos, Sankara daría en un poema titulado Upadeshapancakam, sus últimos preceptos, en número de cuarenta, distribuidos en cinco versos, formando una gradación desde el estudio diario de los Vedas hasta la fusión con el Supremo Brahman. Esta gradación, evocando las fases (sopanas) para ascender, antes de llegar al corazón mismo del santuario, explica el nombre Sopanapanchakam dado algunas veces al poema. 

11 Kapalika: Es un adorador de Shiva en su forma destructora y terrible (Rudra), al cual los fanáticos
shivaítas rendían horrendos sacrificios sangrientos, ofreciéndole cabezas de humanos con cuyos cráneos
elaboraban ornamentos.
12 Narasimbha: Esta es la forma que adoptó el Señor Vishnu para liberar a su devoto Praladha de la
opresora tiranía de su padre Harianyakasipu, un demonio que había conquistado los tres mundos y que
exigía a todas las criaturas que le adorasen a él en vez de al Señor Vishnu. Dado que el demonio gozaba
de ciertos dones que le daban inmunidad frente a los hombres y los animales; Vishnu tuvo que tomar esta
forma, mitad hombre y mitad león, para poder aniquilarle. 
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En Sankara se da una paradoja: su vida aparentemente contradice su enseñanza. El Maestro que predicaba la renuncia al mundo, la no-acción; no se encerró en una gruta del Himalaya. El recorrió sin tregua el país, escribió prolíficamente e instruyó a sus discípulos, 

propagando su doctrina. 
Heredero directo del gran sabio upanishádico Yajñavalkia, Sankara es el símbolo de la acción triunfante. El hizo suyas las declaraciones de la encarnación divina, Krishna, en el Gita, III 22. 
“No hay nada en los tres mundos, ¡Oh, Arjuna, que no haya sido hecho por Mí, ni tampoco hay nada que tenga que alcanzar, porque lo tengo todo. Sin embargo; aún actúo.” 




La Joya del Discernimiento
(Viveka Chudamani)
Sankara
Prólogo


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