Me postro ante el verdadero instructor, ante él, que es revelado por las conclusiones de todos los sistemas de filosofía Vedántica, pero que es desconocido él mismo, Govinda, la gloria suprema.
Viveka Chudamni
Según los manuscritos que nos han legado sus discípulos y los historiadores, al final del siglo VII vivió en Kaladi un maestro de la dinastía Nambutiri (grihasta) (1). El educó a su hijo Sivaguru en el respeto de las tradiciones
sagradas más antiguas.
El pequeño pueblo de Kaladi está situado a una decena de
kilómetros al este de Alwaye, hoy uno de los principales centros industriales de
Kerala). Por casi toda la región de Kerala abundan los arrozales, pero los cocoteros son los
soberanos del paisaje, rico en canales y lagunas que riegan las plantaciones.
Sivaguru (que sería el padre de Sankara) fue enviado de muy
joven a una escuela védica (pathachala). Con sus estudios terminados Sivaguru
pidió a sus padres permiso para profundizar en el estudio de los Vedas y llevar una
vida de asceta célibe (bramacharin). Ellos lo persuadieron de que renunciara a
ello y le eligieron una esposa dentro de la casta brahmánica (illam),
correspondiente al rango del cual era descendiente. Sivaguru fue pues unido con
Aryamba según los más ancestrales y ortodoxos ritos védicos.
1.Grihasta: Es todo aquél que lleva la vida común del
mundo. Se designa con ese nombre para distinguirlo de aquellos que se han
dedicado completamente a la vida religiosa.
Al ritmo de los
cotidianos baños rituales, de las comidas estrictamente vegetarianas y de las
diversas ceremonias de rigor, la vida de la pareja transcurría de una forma
simple. Sivaguru y Aryamba, como verdaderos brahamanes Nambutiri, eran
conocidos por su liberalidad y por su bondad de corazón. Pedían por las calles
tres veces al día y luego distribuían equitativamente las riquezas materiales
con las que el cielo les había previsto.
A pesar de la vida de estricta ortodoxia fielmente seguida por la pareja, y a
pesar incluso
de los ayunos que se imponían, los dioses no parecían inclinados a favorecer a Aryamba
y Sivaguru con un descendiente. Hay que tener en cuenta que en la India tradicional, el
nacimiento de un descendiente, particularmente de un hijo que cumpliera tras la
muerte de los padres los ritos funerarios anuales y las debidas ofrendas, era
considerado como esencial.
Cierto día, Sivaguru confió a su mujer su tristeza por no tener descendencia.
La antharjanan (nombre que adoptan las mujeres en Kerala de casta brahmánica)
le dijo:
—Vayamos de peregrinaje al templo de Shiva en Tírucivaperur (la actual ciudad
de Trichur, situada a 60 km .
al norte de Kaladi) e imploremos juntos las gracias del Gran Señor.
En Trichur, tanto uno como otro, se impusieron un bhajanam, austeridad de
varios meses acompañada de baños rituales, de ayunos, de ofrendas, de ritos y de
visitas regulares al templo de Shiva.
Una noche el Señor Shiva, satisfecho de sus austeridades (tapas), se manifestó
en un sueño y complacido les hizo el siguiente ofrecimiento: o bien que
tuvieran gran número de hijos medianamente inteligentes, pero todos con larga
vida asegurada, o bien un hijo que viviría no por mucho tiempo, pero que sería
la gloria de la casa, de la comunidad, de la India y del mundo.
Sivaguru y Aryamba, tras haberse contado a la mañana siguiente sus sueños,
fueron al templo de Shiva y, después de pedirle a dios que los iluminara,
decidieron aceptar la segunda opción. Shiva les hizo saber que se encarnaría Él
mismo en ese hijo y que no debían hacer otra cosa más que volver a su pueblo.
Sivaguru y Aryamba regresaron a Kaladi donde ofrecieron a todos los miembros de
su comunidad deliciosas comidas y a todas las pobres gentes de los alrededores
numerosos regalos.
Después de algún tiempo, tal y como Shiva había prometido, la luz que se
desprendía de la persona de Aryamba dejaba presagiar un feliz advenimiento. El
niño nació, nos cuenta el Sankaravijaya (relato de las peregrinaciones del
Maestro, escritos por Anantanandagiri), al mediodía del quinto día de la
quincena clara del mes de Vaichakha (abril - mayo), bajo la constelación
Punarvasu. La tradición más difundida indica el año 788 d.C para su nacimiento
y el año 820 d.C para su muerte, de lo cual resulta que solo vivió 32 años.
Pero los estudiosos consideran que dada la inmensa actividad de Sankara
desarrolló en su vida, esta cifra de duración de su existencia parece
inaceptable, por lo que interpretan que el año señalado para su nacimiento se
refiere a su “nacimiento espiritual”, o sea, cuando su Gurú le inició en el
conocimiento interior de su Ser. Los sabios astrólogos Nambutiri se percibieron
inmediatamente del nacimiento y declararon que todos los planetas le eran
favorables. Al undécimo día, el nombre de Sankara (aquel que hizo la calma) fue
dado al niño.
Justo antes de serle conferido el cordón sagrado (upanayana) a la edad de cinco
años, cuentan sus biografías, Sankara ya había aprendido el sánscrito, además
de su lengua materna, y leía los grandes poemas mahakavya, así como varios
escritos cosmológicos y mitológicos (Puranas). Es por esta época que muere el
padre de Sankara, sirviendo éste de gran consuelo para su madre.
Después de algún tiempo ella le envió a realizar sus estudios en un pathachala
vecino, donde estudió los Samhitas védicos y los seis vedangas anexos: fonética
(siksha) ritual (Kalpa), gramática (vyakarana), etnología y lexicología
(iyotisha).
Durante su estancia en el pathachala, Sankara como los otros alumnos brahmanes,
debía de ir cada día a mendigar su alimento, ya que la escuela védica no dispensaba
más que la enseñanza. Un día se acercó a la casa de un brahmán pobre y con las
manos unidas en el patio de la familia, pronunció la fórmula tradicional:
¡Oh madre dame alimento!… (Bhavati Bhisksham dehi). El dueño de la casa había ido
a buscar algún alimento, así que la mujer atendió la demanda del joven novicio
(vatu).
Ella descubrió finalmente una fruta, un mirobálano (amalaka) que colocó en el
tazón de limosna de Sankara. Sankara profundamente conmovido por la devoción de
la mujer se puso a cantar un himno de dieciocho versos a Lakshmi, diosa de la
fortuna, pidiéndole hacer caer una lluvia de oro sobre la familia. La bella
diosa —dice la tradición — accedió; la casa del pobre brahmán fue de un golpe
sumergida en una lluvia de oro. El himno cantado por Sankara se ha hecho
célebre bajo el nombre de Kanakadharastava (himno para obtener una lluvia de
oro), y la casa del afortunado brahmán Nambutiri fue llamada Svarnattamana;
todavía hoy es uno de los mas ricos patrimonios de Kerala.
Al cabo de tres años de estudio en el Pathachala, Sankara adquirió más
experiencias en la práctica de los cuatro Vedas, sólidos conocimientos en las
numerosas ramas del saber hindú tradicional: lógica (tarka), yoga del
Patanjali, Samkhya (2) y Purva Mimamsa (3). Al cabo de ocho años volvió a vivir al
lado de su madre.
Tiempo después, varios ascetas itinerantes (sanyasines) pasaron por Kaladi,
visitaron su casa y se mostraron muy complacidos por el recibimiento que les
había otorgado.
Uno de ellos explicó a Aryamba que vistas las circunstancias en las cuales su
hijo nació, habría llegado el momento de abandonar el mundo, pero que por su
hospitalidad se había hecho merecedor de vivir dos veces más. El grupo de
visitantes, entre los que se encontraban los sabios Agastya y Narada, bendijo
la casa y se retiró. Aryamba recordó súbitamente la advertencia del dios Shiva
en Trichur: o bien hijos mediocres que vivirían largamente, o bien el joven
Sankara que iluminaría el mundo, su hijo único y bien amado; los ascetas acababan
de decirlo, iba a morir pues a los dieciséis años. El muchacho consolaba a su
madre explicándole que las relaciones entre padres e hijos en esta vida, son
pasajeras; los vínculos afectivos mutuos no deben impedirnos el objetivo
principal de nuestro paso por la tierra: la realización del ser y su
liberación. Pero Aryamba, que por su condición de mujer nunca había sido
admitida para estudiar los Vedas, no comprendía bien estas reflexiones.
Desde la visita de los sabios, la tendencia al ascetismo de Sankara se
acentuaba cada día más. Ella decidió, entonces, centrarle su atención en las
ocupaciones de los trabajos domésticos —para así mantenerle con ella y evitar que renunciase al mundo—
dejando a entender que iría a buscar una esposa para él.
2 Samkhya: Esta palabra en sánscrito significa
“número”, y constituye en consecuencia una filosofía
que enumera los principios del mundo. Su existencia data desde hace miles de años, pues se considera
como su fundador a Kapila (una encarnación de Dios en la edad de oro), la palabra samkhya aparece ya
en el Svetasvatara Upanishad 6:3 y también en el Gita, refiriéndose con ella al sistema filosófico que
considera que todos los principios del mundo surgen mediante la evolución (Parinama) del ser primordial
único.
3 Mimamsa:La Mimansa
es originariamente una ciencia del ritual. Todo el Veda (con la única excepción
de los Upanishad) trata según los mimamsakas (maestros del mimamsa) de deberes religiosos, y cada
frase contenida en esos libros se refiere a estos deberes. Para establecer el significado de cada pasaje textual,
esta escuela filosófica desarrolló un método que sirvió de norma directiva para muchos otros sistemas
filosóficos. De acuerdo con él toda investigación tiene que atravesar cinco etapas: primeramente se
fija el objeto o tema a tratar (vishaya); lo segundo es hacer valer una duda (samshaya) que se pueda objetar
en contra del argumento a tratar; tercero, se expone una opinión contraria (purvapaksha) a la duda
anterior; cuarto, se obtiene una opinión definitiva (uttara-paksha, sidhanta) como resultado de la anterior
confrontación de pareceres; y finalmente, se determina la relación del resultado así obtenido con la investigación
de otros pasajes del texto. El Mimamsa es una filosofía pluralista que cree en la existencia eterna
del alma individual, regida por la ley cósmica del Karma que premia a los humanos con el cielo o el infierno
de acuerdo a sus acciones en esta vida, sin encontrar por ello necesidad de un Señor del Universo.
Para ellos la liberación consiste en un estado de espiritualidad abstracta del alma, una vez que se ha desapegado
del mundo, el cuerpo y la mente.
que enumera los principios del mundo. Su existencia data desde hace miles de años, pues se considera
como su fundador a Kapila (una encarnación de Dios en la edad de oro), la palabra samkhya aparece ya
en el Svetasvatara Upanishad 6:3 y también en el Gita, refiriéndose con ella al sistema filosófico que
considera que todos los principios del mundo surgen mediante la evolución (Parinama) del ser primordial
único.
3 Mimamsa:
de los Upanishad) trata según los mimamsakas (maestros del mimamsa) de deberes religiosos, y cada
frase contenida en esos libros se refiere a estos deberes. Para establecer el significado de cada pasaje textual,
esta escuela filosófica desarrolló un método que sirvió de norma directiva para muchos otros sistemas
filosóficos. De acuerdo con él toda investigación tiene que atravesar cinco etapas: primeramente se
fija el objeto o tema a tratar (vishaya); lo segundo es hacer valer una duda (samshaya) que se pueda objetar
en contra del argumento a tratar; tercero, se expone una opinión contraria (purvapaksha) a la duda
anterior; cuarto, se obtiene una opinión definitiva (uttara-paksha, sidhanta) como resultado de la anterior
confrontación de pareceres; y finalmente, se determina la relación del resultado así obtenido con la investigación
de otros pasajes del texto. El Mimamsa es una filosofía pluralista que cree en la existencia eterna
del alma individual, regida por la ley cósmica del Karma que premia a los humanos con el cielo o el infierno
de acuerdo a sus acciones en esta vida, sin encontrar por ello necesidad de un Señor del Universo.
Para ellos la liberación consiste en un estado de espiritualidad abstracta del alma, una vez que se ha desapegado
del mundo, el cuerpo y la mente.
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Pero en sus meditaciones cotidianas, Sankara
adivina que está destinado a una gran tarea, la más grandiosa que un hijo de la India pudiera asumir:
restablecer la
Religión Eterna (Vedikamatha) en su pureza original.
¿Cómo persuadir a su madre, viuda y débil, de que lo dejara marchar?. De
acuerdo con la tradición védica, después del mandato del Gurú, lo más sagrado
es el mandato de la madre.
Una mañana Sankara se fue al río a tomar su primer baño del día (snanam), y
cuando estaba en el agua, un cocodrilo agarró al muchacho por el tobillo y lo
arrastró hacia la corriente. Sankara pedía socorro a su madre a gritos.
Aryamba, temblando de miedo, bajó hasta la orilla del río y vio a su hijo que
se debatía en medio de la corriente con gran agitación. Sankara le hizo
comprender que un cocodrilo acababa de agarrarle la pierna, y le dijo:
—Oh madre, si tú me das tu permiso para renunciar al mundo, este cocodrilo me soltará.
Aryamba, antes de ver perecer a su hijo ante sus ojos, dio su consentimiento.
El cocodrilo soltó inmediatamente a su presa y Sankara regresó a la orilla. Muy
contento le anunció que a partir de entonces vería en todas las mujeres a
quienes pidiera limosna, madres benévolas y que el Maestro que le iniciase
definitivamente como (sanyasin) le serviría de padre, que sus próximos hijos
discípulos serían sus hijos afectuosos; toda la tierra sagrada de la India , el mundo entero y
sobre todo su pequeña casa de Kaladi, sería su residencia.
Antes de abandonar su pueblo natal, Sankara pidió a los brahmanes Nambutiri un lugar
donde atendieran a su madre y velaran de que nada le faltara. Después, postrándose
ante los pies de Aryamba, por última vez, la tranquilizó dulcemente y le confió
un secreto: “Vendré a asistirte en tus últimos momentos. No temas”.
Sin volverse, el muchacho, atravesando los arrozales y las plantaciones de
cocoteros, tomó la dirección de Trichur. Cubierto con su mundu (4) inmaculado, con la
frente, el pecho y los antebrazos marcados con cenizas blancas (bhasma) con su
collar de rudraksha y su vara de peregrino, se diría que Dakshinamurti (Shiva
en persona), habiendo salido de su templo, se disponía a andar por los caminos
de la India.
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Govinda Bhagavatpada era el nombre del futuro gurú de
Sankara, y había sido discípulo del celebre Gaudapadacharya, el gran comentarista advaitino que escribió los versos numéricos (karika) sobre el Mundaka Upanishad. Y su nombre —tanto en las ermitas como en los medios ortodoxos secularizados— se impuso.
Sankara se aproximó a la gruta donde vivía Govinda Bhagavatpada. Allí encontró
al Maestro en samadhi (éxtasis), dio tres vueltas alrededor del lugar según las
reglas (pradakshina) y pidió ser aceptado como discípulo. El Maestro Govinda, dejando bruscamente el estado de trance en que se encontraba, le preguntó:
—¿Quién eres tú?
Sankara respondió con un poema de diez versos en sánscrito (Dachacloki) en el
que declara no ser otra cosa más que la Pura Conciencia Absoluta.
El Maestro Govinda, maravillado por la fascinante demostración de los
principios fundamentales del Advaita (5) hecha por el joven aspirante, lo aceptó como su
discípulo (sishya) e inmediatamente lo admitió en su comunidad (paramahamsa sanyasa).
Seguidamente expuso, para beneficio de su alumno, el contenido exacto de las grandes
fórmulas upanishádicas (Mahavakya). Y lo inició en la experiencia del Santo
Conocimiento.
Durante su estancia en el refugio (ashram) del Maestro, el río Narmada,
sobrecargado por las lluvias del monzón, amenazaba inundar los pueblos vecinos. Por todas
partes los campesinos huían llevándose con ellos a sus hijos y algo de alimento.
Sankara, con el poder de sus fórmulas sagradas, (jalakarshanamantra), mitigó la crecida de
las aguas y salvó a los pueblos de la destrucción. Govinda, que desde el primer día
comprendió que el dios Shiva en persona se había encarnado en el muchacho, le hizo
comprender que allí no tenía nada que aprender y le pidió que se fuera a Kashi (Varanasi,
la moderna Benarés):
—Tu deber te llama en la ciudad santa. Redactarás unos comentarios sobre los prasthanatrayas, los tres grandes textos del Vedanta: los Upanishads, los
Brahmasutras y el Bhagavad Gita.
En el camino, Sankara reclutó a sus primeros discípulos a los cuales dio los
nombres de Padmapada, Hastamalaka y Totaka. Y todos ellos emprendieron juntos un
peregrinaje por
y el universo.
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los Himalayas, donde Sankara tuvo la buena fortuna de encontrarse al
sabio Gaudapada, el Maestro de su Maestro (Paramaguru) que retirado del mundo, pasó
sus últimos días terrestres en una caverna, junto al nacimiento del Ganges.
Gaudapadacharya bendijo a Sankara y le invitó a volver a bajar a Benarés para cumplir allí la
obra para la que había sido destinado.
De vuelta a Kashi, Sankara comenzó a redactar su comentario (Bhashya) de los Brahmasutras. Un día que explicaba un fragmento del texto a sus discípulos, se
acercó un viejo brahmán al lugar donde enseñaba y pidió ser admitido para escuchar la
lectura del comentario. Poco después, comenzó a criticar vivamente las interpretaciones
dadas.
Durante cuatro días, el anciano y Sankara polemizaron. Padmapada, el discípulo bien amado, adivinando que el viejo brahmán no era otro que el sabio Vyasa (6) pidió a los dos oponentes que abandonaran su dialéctica, pues según él, aquella agudísima
filosofía no tendría fin si Sankara, una encarnación de Shiva, y Vyasa una encarnación de
Dharma, discutían. Habiendo sida revelada su identidad, Vyasa dijo a Sankara que
deseaba que el Advaita Vedanta fuera propagado por él en toda la India , pues había aprobado
sus comentarios. Así pues, lo bendijo y anunció que prolongaría su vida terrestre
por otro período de seis años.
La más poderosa de las escuelas ortodoxas al final del siglo VII era la Purva Mimansa (7), que interpretaba el Veda, primero en el sentido ritual (Karma Kanda) y luego en cuanto a código de los deberes individuales (Dharma). Sankara tuvo que
enfrentarse y sostener una dura oposición contra estas escuelas.
En esta época vivía en Prayaga (moderna Allahabad a unos 120 km al oeste de Benarés) Kumarila Bhatta, uno de los más grandes maestros mimansaka que hubo jamás.
Según la tradición, Kumarila era una encarnación del Señor Subrahmanya, segundo
hijo de Shiva y de Parvati, que se había encarnado en él para restablecer las
órdenes védicas frente al budismo decadente de la época. Muy joven, Kumarila, nacido en una
familia brahmánica, había conseguido ser aceptado en un monasterio budista (vihara)
donde él estudió todas las doctrinas heterodoxas.
Apenas hubo salido del vihara, Kumarila, conociendo a fondo los argumentos y
los puntos doctrinales de los budistas, se apresuró a refutarlos públicamente y a
restablecer solemnemente la validez del ritual védico. Si Sankara admiraba sinceramente el fuerte
sabiduría y la rectitud (Dharma). A él se le atribuyen como compilador muchos textos sagrados que componen
la base ortodoxa de la sabiduría vedántica, tales como: los Mahapuranas, el Shrimad Bhagavatam,
el Mahabharata, el Bhagavad Gita y otros.
7 Ver la nota 3.
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trabajo ejecutado por Kumarila, también le reprochaba sus posiciones de
mimansaka sobre la no existencia de Dios. En su gigantesco trabajo de reinstauración del
Veda (Vedapramana), Kumarila Bhatta había sostenido varias veces que no tenía ninguna necesidad de postular un Dios omnisciente y omnipotente. El Maestro de Kaladi se dirigió
a Prayaga para entrevistarse con Kumarila, convencerlo de la verdadera
interpretación
advaitina y adherirlo a su causa.
Llegando a Prayaga, en la confluencia de los tres ríos sagrados (Ganges,
Yamuna, Sarasvati), Sankara supo que Kumanila acababa de imponerse un rito de expiación
(agnikunda).
En su ardor por restablecer la religión eterna, Kumarila Bhatta había cometido, en efecto, dos faltas muy graves. La primera: en su juventud había pretendido
ser un budista y fue admitido como tal en un monasterio, pero mintió al gurú
(gurudroha) y traicionó públicamente las enseñanzas que recibió. La segunda: defendiendo
implacablemente el punto de vista mimamsaka había negado varias veces la existencia de Dios.
Kumarila decidió, pues, reparar sus dos errores sacrificándose. Sentado en
medio de un gran montón de glumas de arroz, él mismo prendió fuego a la hoguera. El cuerpo
carnal de Kumarila comenzaba a consumirse, cuando Sankara llegó. El gran maestro
mimamsaka, conservando su conciencia entre las llamas, le dijo que habiendo comenzado el proceso de expiación éste era irrevocable (tushagni pravesa). Hasta el
último momento conservó el pleno control de sus facultades y su vivacidad de espíritu,
explicando que era feliz pasando sus últimos instantes en compañía de un tradicionalista
(smarta) que aprobaba las tesis no dualistas. No obstante sugirió a Sankara que fuera a
buscar a otro gran mimansaka, Vishvarupa, ante el cual podría defender sus opiniones.
Así pues, Sankara se dirigió a Mahismati (norte de Bihar), allí encontró las puertas de
la morada de Vishvarupa cerradas con cerrojo. Este cumplía en su interior la ceremonia
ritual del craddha. Sankara utilizando sus poderes yóguicos (sidhis) entró en el lugar.
Vishvarupa, que le vio aparecer delante de sí, se puso furioso. ¿Con qué derecho un sanyasin,
que ha renunciado al mundo —y como consecuencia, no tiene nada que ver con los ritos
domésticos — viene a turbar el desarrollo de la ceremonia? Los brahmanes que oficiaban con Vishvarupa, de acuerdo con él, le recordaron que era bien cierto que un sanyasin
no debía olvidar las exhortaciones de los textos jurídicos (Dharmashastra). Pero
estos también recordaron expresamente, que ante el que llega en el desarrollo de un rito no
se debe perder la sangre fría, y pidieron a Vishvarupa que olvidara el incidente y
que invitara al sanyasin a compartir su comida. Sankara respondió que no había venido a
mendigar su alimento (anna bhiksa) sino a abrir un debate filosófico (vada bhiksa) con Vishvarupa. Este aceptó acordando el encuentro para el día siguiente.
Tras establecer las obligaciones a las que se sometería el derrotado, quien
quiera que fuera, los dos contendientes comenzaron, al alba siguiente su debate.
La condición era que, si Vishvarupa perdía adoptaría inmediatamente la vía del
Advaita Vedanta. Sí por el contrario, Sankara era derrotado, debería renunciar a sus
posiciones no dualistas, vestir los trajes blancos de los mimansaka y adoptar en adelante
las opiniones de los ritualistas. El árbitro del debate fue Bharati, la mujer de
Vishvarupa, célebre por su elegancia y su saber. Ella depositó alrededor de la nuca de cada
uno de los adversarios una guirnalda de flores frescas (mala) y anunció, abandonando
la sala de los debates, que al que primero se le marchitara la guirnalda sería declarado
vencido. Al cabo de seis días, Vishvarupa cedió a los argumentos y las irrefutables
exposiciones de Sankara, comenzó a perder terreno en la discusión. Poco tiempo después, la
guirnalda de flores que él llevaba se marchitó. Finalmente Vishvarupa tuvo que declararse
vencido, y como había sido decidido el primer día de la pendencia, pidió a Sankara la
iniciación y se hizo sanyasin. Sankara le dio el nombre de Sureshvara Bharati, que en
verdad era la diosa Bharati (Sarasvati), la protectora del saber, expresó que Sankara
sólo había derrotado a una mitad de Vishvarupa; él debía de combatir con la otra mitad,
con su esposa, es decir con ella misma. Sankara aceptó y Bharati discutió con él
durante diecisiete días; de una ciencia pasaba a la otra, sin poder inflingirle una derrota a
Sankara.
Finalmente ella se volvió hacia la ciencia del amor y empezó a disputar con el
sabio acerca de doctrinas de los teóricos de la erótica. Sankara, como asceta que
era, no tenía ningún conocimiento del amor. Pidió por eso una interrupción de la discusión
por varias semanas, para estar en condiciones de estudiar, en teoría y en práctica el
“Kamashastra”.
Cuando esto le fue concedido se retiró a la orilla del Narmada y ahí se sumió
en profunda meditación. Gracias a sus fuerzas yóguicas consiguió separar su alma del
cuerpo. Mientras su cuerpo yacía inmóvil bajo el cuidado de uno de sus discípulos, su
espíritu penetró en el cadáver del rey Amaru, que justamente iba a ser quemado en la
hoguera.
Sankara dio nueva vida al cuerpo inanimado y fue conducido en un cortejo
triunfal al palacio real por los felices súbditos de Amaru, que creían que su amo se había
levantado de su letargo. En el cuerpo de Amaru, Sankara gozó de las cien mujeres del rey
y así obtuvo un amplio conocimiento del amor, que puso por escrito en la colección de
poemas
denominada “La centena de Amaru”. Después de algún tiempo regresó a su antiguo cuerpo, continuó su discusión con Bharati y no dejó sin respuesta ninguna de
sus preguntas.
Después de la conversación de Vishvarupa, Sankara recorrió la India para propagar sus enseñanzas. Venció a los jefes de las sectas contrarias y desbarató todas
las tentativas de sus enemigos para eliminarlo violentamente. En Shringeri
(Rishya-shringa-giri), en el actual estado de Maisur, construyó un templo y un convento (matha) en el
cual colocó a Vishvarupa como abad.
Habiendo actuado en este lugar durante un tiempo, fue a su tierra natal, Kaladi
para ver a su madre que estaba muriendo. Consoló a la moribunda —que derramaba
lágrimas de alegría de reencontrarse con su hijo, que venía a cumplir su palabra— y le
prometió realizar él mismo, con su cremación de acuerdo con los ritos sagrados. Ahora
bien, el asceta para los hindúes está tan completamente apartado del mundo que no tiene
que llevar a cabo actos de esa naturaleza; pero por otro lado nadie sino el hijo
por naturaleza
o por adopción, puede ejecutar las ceremonias religiosas con igual eficacia, ya
que sólo el hijo puede facilitar al alma la transmigración a su próxima existencia y
evitar un inquieto vagar. Sankara se encontraba en un gran dilema como hijo y su deber de asceta.
Estaba convencido de que él debía de hacer todo lo que era necesario para
colmar el deseo de su madre. Pero sus parientes, los brahmanes de Kaladi, decían que
sería un pecado grave si él, siendo un sannyasin, llevaba a cabo su idea, y se
abstuvieron de participar en la cremación y le prohibieron entrar en los campos crematorios.
Así, sólo le quedó a Sankara, contra todo lo aceptado tradicionalmente, rendir
los respetos a su madre él sólo. En un patio, detrás de la casa mortuoria levantó
una pira de ramas de árbol, pero cuando quiso llevar allí el cadáver le resultó demasiado
pesado para cargarlo, y se vio obligado, en consecuencia, a cortarlo en pedazos y a
colocarlos sobre la leña, uno a uno. Luego hizo surgir el fuego que quemó el cuerpo y
realizó todas las ceremonias que prescriben los textos sagrados. Enfadado por la conducta de
sus parientes,
Sankara —se dice— consiguió que el señor del lugar dictase una disposición, por la cual todos los miembros de las familias que se habían enemistado no pudiesen
en lo sucesivo recitar los vedas, y debían quemar a sus muertos detrás de sus casas y
cortar los cadáveres en pedazos antes de la cremación. Esta peculiar costumbre domina
aún en algunas familias Nambutii y ellas la atribuyen a la cólera de Sankara; pero es
muy dudoso de que esta costumbre provenga de aquella circunstancia. Probablemente se
inventó posteriormente todo el relato para explicar esa notable costumbre.
De Shingeri, a donde había regresado, emprendió Sankara un gran viaje de misión hacia la costa oriental de la
India , combatió a los seguidores de cultos paganos y ganó para su doctrina a reyes y sacerdotes. En Puri (Orissa) fundó el convento
Gavardhana, que aún existe hoy en día. Finalmente se dirigió una vez más al oeste. En
Dvaraka (Gujarat) fundó de nuevo una sede importante para su orden; después se dirigió siguiendo
el curso del Ganges y llegó a Kachemira, en donde hostigó a los budistas. De aquí
tomó rumbo hacia Pragjotisphur (Gauhati) en Assam e infligió una seria derrota en
una discusión verbal al filósofo Abhinavagupta (8) Este pensó en vengarse, tomó en su ayuda la magia negra y consiguió que Sankara fuera atacado por una grave dolencia. Todos
los medios medicinales que fueron aplicados contra la enfermedad —que cada día iba
peor — resultaban inútiles. Finalmente un mensajero de Shiva le comunicó al asceta
Padmapada la causa de la enfermedad, a raíz de lo cual éste, recurriendo a medios
mágicos, curó al Maestro. Sankara erró entonces por la región del Himalaya. En
Badarinath construyó un templo para Vishnu y fundó un convento.
Reemprendió, poco después, sus andanzas conquistadoras (digvi jaya). Visitando
todos los lugares santos (tirthas) y efectuando los principales peregrinajes
(yatras). Provocaba constantemente debates con los representantes de otras escuelas, ya fueran
ortodoxas o heterodoxas. Su propósito no era en ningún modo convertirlos a su Advaita por un proselitismo extremo (lo cual era la tendencia de las otras escuelas), sino
establecer en la India y
en el mundo una unidad y una paz duraderas, basadas en la experiencia directa de Dios. La doctrina del no-dualismo, de la unidad en la multiplicidad
(kavaladvaita), se apoyaba en la autoridad del Shruti (textos sagrados). Sankara interpretó los Upanishad con la ayuda de la razón pura, y de la clarividencia de la que goza
aquel que vive unido al Todo. Su implacable lógica desconcertaba toda argumentación.
El Advaita Vedanta no es un sistema que viene a rivalizar con las otras
escuelas ortodoxas y heterodoxas; sin combatirlas expresamente, las aclara interiormente y muestra a todos que una Verdad única polariza el conjunto. Las opiniones tradicionales
del Samkhya y de los mimamsaka, así como las doctrinas budistas y jainista, son buenas si
no pierden de vista la
Suprema Realidad (Brahmadvaita). Las diferentes religiones no
son fines en ellas mismas, no son Dios; sólo hablan de la vía divina. Los dioses,
como los hombres, nacen y mueren; es una cuestión milenaria.
Este Ser único, el Brahman del que habla Sankara, es eterno, no tiene ni
principio ni fin y se encuentra más allá de los nombres y de las formas (nama rupa); por eso
es casi inconcebible para un ser humano ordinario. La necesidad de un Dios personal
(istha devata) no es solamente legítima, es necesaria para la aspiración a la
liberación. Para Sankara, ese Dios que posee nombre y forma es la más alta concepción, y en el
retorno a la Fuente Luminosa
de la que cada uno de nosotros es resultado, la devoción (bhakti),
8 Abhinavagupta: No es el gran defensor del Shivaismo de Kachemira, sino el
autor de un comentario
shâkta. Ver K. C. Pandey “Abhinavagupta” Chowkhamba Sanskrit Series, Studies
Vol.1.
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puede ser utilizada desde los primeros pasos. No obstante, en contra de
Ramanuja (9) —que dos siglos más tarde que él interpretó los textos del Shruti en el seno del
nodualismo
cualificado (vishisthodvaita)— no ve únicamente en la devoción el medio por excelencia de llegar a la beatitud. Para el Maestro de Kaladi también es útil y
válido el conocimiento comprensivo del Ser (jñana) 10 como sistema y método de acercarse
a la realización del Absoluto, Brahman; lo considera una valiosísima ayuda.
Aún así, la devoción es necesaria y Sankara lo demostró más de una vez. Durante sus peregrinaciones compuso más de sesenta himnos devocionales (stotras) todos
admirables en poesía y fervor.
En la traducción de los Seis Versos sobre el Nirvana (nirvanashatkam), Sankara
expone la naturaleza del atman utilizando preferentemente el método de reducción al
absurdo “neti-neti” (por exclusión de las cualidades irreales), un poco a manera de los sabios de los Upanishad y en consonancia con el Vedanta clásico.
En todas las regiones de la
India que Sankara visitó, grupos de fieles adoraban
exclusivamente alguna forma definida del Ser divino. Aquí era soberano Vishnu, en otras partes Pampati (Shiva); más lejos no se podía acceder al Ser más que por
Ganesha (el primer hijo de Shiva, dios con cabeza de elefante y Señor de las categorías);
por algún lado, la Gran Diosa
(Sakti Devi) era la progenitora de los dioses, y era la única, en definitiva, a quien era necesario encomendarse. En sus encuentros con los diversos grupos
de fieles, Sankara no puso en duda la identidad de su fe y la sinceridad de sus
creencias, pero les predicaba la unidad del Ser; y se lo revelaba a cada uno, bajo una
forma innombrable.
El gran principio de la doctrina, afirmado en todas partes por Sankara, no era
el vacío (Shunyata) de los budistas, sino por el contrario el Ser único, el
Brahman, tripartita en su manifestación (Brahma, Vishnu, Shiva). Pero inconcebible para la limitada mente humana; lo finito no puede llegar a lo infinito.
Frente a las afirmaciones de las diversas sectas religiosas (había más de
setenta en India en su época) Sankara imponía sus opiniones advaitinas explicando que la
adoración de los
la creencia en un Dios personal con forma humana, o sea, un Maestro Perfecto Vivo como la única fuente
de liberación, a través de la devoción (bakhti) que sus discípulos desarrollan por El. Descartando de esa
forma la búsqueda del Dios Absoluto e impersonal (Brahman) del que hablaba Sankara, el cual consideraba
al Satguru como su manifestación física o su corporización (ver versículo 577)
10 Jñana: Conocimiento de Dios que se alcanza por medio del razonamiento y del discernimiento;
significa también el proceso razonado que conduce a
para indicar el conocimiento o la conciencia de nuestra identidad con Brahman.
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dioses (elementos, serpientes, ríos, etcétera…) debe culminar en el
Ser único.
La emancipación final no se alcanza más que por la realización de la identidad
del Ser individual (el atman) y el Principio Absoluto (Brahman).
Sankara purificó considerablemente el ritual tántrico. Exhortó a los sirvientes
de los templos a reemplazar las ofrendas de bebidas alcohólicas (madya), de carne
(mamsa) y de pescado (matsya), por ofrendas de arroz, flores y productos lácteos. Varias
divinidades locales inferiores exigían sacrificios groseros y brutales. En ciertas regiones
de la península, la sangre, tanto humana como animal, corría a oleadas.
Sankara era muy firme en ese punto: el verdadero sentido del sacrificio es
interior; es preciso ofrecer el alma al Alma y no embadurnar de sangre los ídolos de
piedra. Durante su estancia en Maisur, visitó el célebre templo de Vishnu. Los brahmanes le
negaron la entrada al santuario por llevar en el cuello un collar de granos de
mirobálano (rudraksha) y tener la frente marcada con tres trazos horizontales de cenizas sagradas
(vibhuti) —dos signos evidentes de pertenecer a la orden de los ascetas Shivaítas—.
Sankara explicó a los brahmanes que no había ninguna diferencia entre Vishnu y Shiva,
que los dos grandes dioses del panteón hindú no eran más que aspectos de una única
y misma realidad. Tras largas controversias, los sirvientes del templo le permitieron
entrar en el Santo de los Santos (Shri Kovil). Para sorpresa de ellos, vieron que la
estatuilla (vigraha) instalada en el interior del nicho (garbhagriha) había cambiado de aspecto. La parte izquierda de la estatuilla representaba a Vishnu y la otra a Shiva. Este
incidente milagroso transformó de golpe todo el ritual y a partir de entonces el culto a
Hari-Hara (Vishnu y Shiva adorados en una misma figurilla) se desarrolló en India,
conservándose su práctica hasta nuestros días.
Otro incidente, que tuvo lugar en Mallikarjuna debe ser relatado, pues muestra
claramente
el clima en, el cual transcurrió la vida de Sankara. El Maestro acababa de
llegar a la ciudad cuando se apresuró a exponer a los Kapalika (secta de shivaítas muy
intolerantes) los fundamentos del Advaita. Cuando los miembros de esta secta vieron que no les era posible vencer a Sankara por los argumentos regulares de la discusión
filosófica, buscaron otro medio. Uno de ellos visitó una tarde a Sankara y le dijo:
—Seguramente tu misión terrestre es admirable, restablecer la Verdad y venir a ayudar a los demás a través de la seguridad de tus argumentos y tu interpretación
magistral del Shruti… Yo soy, como tú sabes, un portador de cráneos (un kapalika) 11 y
deseo emprender un sacrificio a Shiva. Para obtener las gracias del Gran Señor, debo ofrecerle
la cabeza de un rey o de un asceta. Tú nos has mostrado la elevación de tus conocimientos: yo vengo pues a pedirte la tuya.
Sankara le respondió que estaba dispuesto con mucho gusto a proporcionarle lo
que pedía.
—Mi único deseo —añadió— es que separes mi cabeza de mi cuerpo cuando esté en meditación y con todos mis discípulos alejados.
A la mañana siguiente, cuando el kapalika se disponía a ejecutar su acto,
Padmapada, el discípulo bien amado de Sankara, tomando su baño en el río tuvo el
presentimiento de que su Maestro estaba en peligro. Padmapada meditó intensamente en su divinidad elegida: Narasimbha 12, cuarta encarnación de Vishnu. El dios que tiene la
forma de un hombre (nara) y un león (simha) invadió inmediatamente a Padmapada y se
precipitó sobre el Kapalika cuando éste, armado con una gran espada de sacrificio, se disponía a cortar la cabeza de su Maestro. Sankara percibió el cuerpo del Kapalika
completamente descuartizado y muy cerca la sombra de Narasimha. Abandonando su meditación ya no vio nada más que a su discípulo Padmapada, con las manos juntas, que le saludaba respetuosamente.
No se conoce nada de los últimos años del Maestro. Kedarnath, Kacmi, Trichur de Kerala, Nepal… son varias veces citadas por sus hagiógrafos. Según la tradición
general más aceptadas, es en Kancipuram en donde fue visto por última vez.
A petición de sus discípulos, Sankara daría en un poema titulado
Upadeshapancakam, sus últimos preceptos, en número de cuarenta, distribuidos en cinco versos,
formando una gradación desde el estudio diario de los Vedas hasta la fusión con el Supremo Brahman. Esta gradación, evocando las fases (sopanas) para ascender, antes de
llegar al corazón mismo del santuario, explica el nombre Sopanapanchakam dado algunas veces al poema.
shivaítas rendían horrendos sacrificios sangrientos, ofreciéndole cabezas de humanos con cuyos cráneos
elaboraban ornamentos.
12 Narasimbha: Esta es la forma que adoptó el Señor Vishnu para liberar a su devoto Praladha de la
opresora tiranía de su padre Harianyakasipu, un demonio que había conquistado los tres mundos y que
exigía a todas las criaturas que le adorasen a él en vez de al Señor Vishnu. Dado que el demonio gozaba
de ciertos dones que le daban inmunidad frente a los hombres y los animales; Vishnu tuvo que tomar esta
forma, mitad hombre y mitad león, para poder aniquilarle.
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En Sankara se da una paradoja: su vida aparentemente contradice su enseñanza.
El Maestro que predicaba la renuncia al mundo, la no-acción; no se encerró en una
gruta del Himalaya. El recorrió sin tregua el país, escribió prolíficamente e
instruyó a sus discípulos,
propagando su doctrina.
Heredero directo del gran sabio upanishádico Yajñavalkia, Sankara es el símbolo
de la acción triunfante. El hizo suyas las declaraciones de la encarnación divina,
Krishna, en el Gita, III 22.
“No hay nada en los tres mundos, ¡Oh, Arjuna, que no haya sido hecho por Mí, ni tampoco hay nada que tenga que alcanzar, porque lo tengo todo. Sin embargo; aún
actúo.”
(Viveka Chudamani)
Sankara
Prólogo
Feliz Año,
ResponderEliminarUn abrazo!